La «cabeza» que causó una disputa rioplatense inspira una muestra en Uruguay

Fotografía de la obra "Cabeza Masculina" del escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín, el 2 de diciembre de 2021, en Montevideo (Uruguay). EFE/Raúl Martínez

Por Alejandro Prieto

Como cantada por Carlos Gardel, la frase «por una cabeza» resume la singular disputa vecinal que en el siglo XX enfrentó a dos iconos culturales de Uruguay y Argentina, cuya curiosa anécdota inspira hoy una muestra artística colectiva en Montevideo.

Fue precisamente una cabeza, que, a diferencia de la del famoso tango del ‘Mago’ y Alfredo LePera, no era de «potrillo» sino humana, la que acabó por enemistar al escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín (1891-1975) con el filántropo y mecenas argentino Rómulo Raggio (1876-1959).

Como Raggio vivía en una casa contigua al taller de Zorrilla, ubicado frente a la Rambla del barrio montevideano Punta Carretas, el planteo del argentino de construir un muro separador fue el disparador del insólito intercambio que, casi 80 años después, sorprendió a dos artistas uruguayas.

POR UNA CABEZA

Así lo asegura a Efe la artista visual Nora Kimelman, quien participaba de una exposición en la Fundación Raggio de Buenos Aires junto a su colega Adriana Rostovsky cuando ambas dieron fortuitamente con la anécdota binacional que motivó la idea de la exposición que ahora aloja la propia casa de Zorrilla, convertida en museo en 1943.

Es que, como centro del conflicto, estaba el hecho de que, como Zorrilla alegó no poder pagar su parte de la construcción del muro, Raggio pidió al uruguayo que, a cambio, le hiciera un busto de mármol y, esculpida en 1944, rechazó esa versión de su cabeza por tener «una mancha en la nariz».

Saber que el busto que cortó la relación entre los vecinos estuvo por décadas guardado en un depósito del Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) uruguayo bajo el título «Cabeza de hombre» fue para las creadoras la «frutilla de la torta» que terminó de desvelar el potencial creativo detrás de la anécdota.

«Ahí se pone en evidencia qué pasa con la representación del rostro, la permanencia, la desaparición de la esencia del ser humano o el trascender en el tiempo», sostiene Rostovsky.

«Lo primero que hicimos fue venir al Museo Zorrilla porque nos parecía que era el lugar más adecuado», detalla Kimelman.

MEDIANERAS DEL SIGLO XXI

Con la plataforma Zoom como vehículo, las creadoras encauzaron «Por una cabeza», exposición abierta hasta el próximo febrero en la que participaron tanto los teóricos del arte Horacio Bernardo, María Eugenia Grau, Jacqueline Lacasa y William Rey como cinco artistas uruguayos.

Uno de los aspectos más desafiantes para las creadoras y gestoras del proyecto fue no poder encontrarse cara a cara y hacerlo con la «medianera» de las pantallas de por medio, un imprevisto provocado por la covid-19 que, sin embargo, pasó a jugar su rol en el debate de conceptos que motivó la obra de cada artista.

«(El diálogo virtual) hizo que, por ejemplo, en su obra Alejandra González Soca utilizara los registros que fuimos grabando en cada instancia. Federico Arnaud ya trabajaba con el tema del retrato pero, al estar en presencia del Zoom, que te pone enfrente de ti mismo, incursionó en una investigación del autorretrato», ejemplifica Rostovsky.

Así, para la arquitecta, que dispuso en la ventana mirador de la sala del Museo Zorrilla que alberga la muestra una videoinstalación que juega con el «límite frágil» del vidrio como medianera, las obras exploran temas relativos a la anécdota como «los límites», «los vínculos entre dos partes» o «el valor de la obra de un artista».

MARICA TOCABA EL PIANO

Una de las piezas que más llama la atención de la exhibición en la que, además de los mencionados, exponen Guadalupe Ayala, Pablo Conde y Lucia Pittaluga, es la que, desde la tela que cubre un pequeño banco de piano, se explaya por la pared.

La instalación de Kimelman, surge, según la artista, del interés por saber más de las tres hijas menos nombradas de Zorrilla, que, conocido como el «escultor de la patria» en Uruguay, también fue el padre de la célebre actriz China Zorrilla y la vestuarista Guma Zorrilla.

En una investigación que la llevó a entrevistarse con algunos familiares porque, dice, internet no registraba más que con quién estaban casadas, dio con la historia de Inés, Teresa y Marica, las tres más «invisibilizadas».

Así descubrió que Teresa tejía y era amante de la literatura, que Inés era una escultora talentosa que recibió premios y que todo este furor artístico sucedía en la casa mientras Marica tocaba el piano.

«Por eso esta pequeña instalación se llama ‘Mientras Marica tocaba el piano’. Marica tiene 90 años y es la única hermana que vive, es la menor de las cinco hermanas», concluye.

EFE

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