Por Alejandro Prieto
Enamorado del mármol desde el primer vistazo a las canteras de Carrara, el escultor uruguayo Pablo Atchugarry talla hoy un museo propio como espacio donde el arte despierte la curiosidad y abra puertas a nuevas generaciones.
Con la misma dicha con la que, 45 años atrás, paseó en un coche de bebé desde la célebre cuna italiana del mármol la pieza que convertiría en «La Lumière», su primera escultura en este material, Atchugarry sube y baja las escaleras dentro de su obra más ambiciosa, la que desde este sábado atraerá la atención de miles de ojos.
ARTE, NATURALEZA Y FUTURO
Se trata del Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA), un proyecto en el que, como asegura en entrevista con Efe, confluyen muchos de sus sueños, ya que el artista, residente en Italia, país donde ha desarrollado gran parte de su carrera, trabaja desde 2007 en una fundación para dejar huella en el legado sociocultural de Uruguay.
«La idea fue traer una experiencia de cosas que había visto por el mundo, donde el proyecto principal es el encuentro de las artes todas con un público vasto, no especializado en artes plásticas o en música», expresa en Manantiales, localidad cercana a Punta del Este (sureste) que acoge a la Fundación Pablo Atchugarry.
Este entorno será, para el escultor, uno de los atractivos clave del MACA, que apostará a una experiencia holística donde, además de con obra artística, los visitantes se conecten con la naturaleza que lo rodea y que actualmente alberga su Jardín de Esculturas.
«Todo esto está englobado en 40 hectáreas de mucha naturaleza donde hemos dado una señal de plantar árboles y plantas. Nuestro planeta lo estamos deforestando a pasos agigantados y esto es una señal de que podemos ir en otra dirección (…); garantizar a las nuevas generaciones un planeta más limpio, con menos polución», remarca.
En sintonía con la celebración de los 15 años de la fundación, que tiene como un pilar central recibir año a año a grupos de escolares uruguayos para jornadas didácticas en torno a las artes plásticas, Atchugarry reflexiona, además, sobre cómo puede dar nuevos frutos el «polo cultural» que, poco a poco, se consolida en esa zona del país.
«Todos podemos ser artistas si conservamos el niño que está dentro de nosotros. Esto significa que hay que estimular ya desde joven edad a los niños para que se manifiesten, que no tengan miedo de equivocarse», enfatiza.
TENDER PUENTES CON EL MUNDO
Uno de los ejes del MACA es, para su creador, que sea un museo abierto tanto a los visitantes, que podrán acceder de forma gratuita, como a artistas, coleccionistas y comisarios de diversas partes del mundo.
Expositor en países como España, Brasil, Israel, Bélgica o Estados Unidos, Atchugarry dice contar con experiencia y contactos para trasladar la obra de artistas que «nunca se han visto» en Uruguay y posicionarlo como destino de muestras que no suelen aterrizar en Sudamérica.
«Ahora el coleccionismo internacional está buscando nombres consolidados para depositar su confianza y están habiendo récords en muchas obras de arte. El arte latinoamericano tiene una gran diversidad, hay autores (de renombre) de todas las épocas», puntualiza, y destaca entre los más codiciados al venezolano Jesús Rafael Soto y al cubano Wifredo Lam.
Por otra parte, preguntado sobre si habrá lugar en el museo para las corrientes más contemporáneas que integran a sus trabajos los soportes de las nuevas tecnologías, el escultor dice que esa es una veta a explorar.
«Lo importante es fomentar y que todos los movimientos artísticos, las nuevas tecnologías, tengan la posibilidad de ser exhibidas», subraya.
MIGUEL ÁNGEL EN EL SUR
Maravillado como tantos otros por las obras que impregnó en la retina del mundo Miguel Ángel Buonarotti, Atchugarry considera al italiano como un gran mentor y, con la capilla que aloja su versión de «La piedad» -creada en homenaje a la del italiano- de fondo, ve paralelismos entre su camino y el del maestro del Cinquecento.
«Miguel Ángel iba a las canteras, recogía la experiencia de la gente que extraía el mármol y ese camino tan especial que significa la talla directa. Esto significa el amor por el mármol, mis primeros pasos hace 45 años fueron justamente esos, recorrer el camino», rememora.
Con su propia Capilla Sixtina a punto de quedar terminada, entre andamios y pintura, el galardonado en 2002 con el premio «Michelangelo» por su trayectoria artística espera ahora poder sortear los retos que le esperan.
«El desafío más grande es tratar de conectar lo que han hecho o hacen creadores de todas partes del mundo», esgrime Atchugarry, mientras afirma para concluir que el arte «es la expresión más elevada del ser humano».
EFE