Por Alejandro Prieto
A puro color, baile y candombe, Uruguay recibió de brazos abiertos y con ansias de reencuentro a su tradicional desfile de Llamadas, momento insignia del Carnaval, tras un año de ausencia por la covid-19.
Entre risas, charlas y cerveza, la expectativa de los uruguayos fue aumentando a medida que, mientras algunas niñas se divertían lanzando espuma de cotillón a todo el que pasara, el eco de los tambores se acercaba a la calle Isla de Flores, en el corazón del Barrio Sur de Montevideo.
Allí todo estaba listo para la primera noche de la gran fiesta en que año a año las comparsas -como se denomina a los conjuntos que acompañan a las cuerda de tambores- salen a lucir sus llamativos colores para celebrar la tradición heredada de los africanos que llegaron esclavos al país suramericano.
DESDE LA ALTURA
Pero la expectativa no solo se sentía al nivel de las gradas en las que la Intendencia de Montevideo dispuso 6.059 sillas, 1.344 palcos y 25 puestos accesibles para personas con discapacidad, sino también en las azoteas, donde algunos vecinos alquilan puestos para ver el desfile.
Este es el caso del joven Andrés González, quien dice a Efe que desde se mudó a su casa sobre Isla de Flores, hace siete años, recibió público en cinco oportunidades con una alta demanda que llevó a que incluso bautizara su espacio como «Flower Island».
«Tengo un lugar bastante amplio como para poder estar. Siempre les ofrezco aparte del lugar para ver un servicio de comida; pongo una barra con distintos tragos o refrescos», detalla sobre su propuesta que, acota, busca hacer de la velada lo más completa posible.
A lo que señala que para estas Llamadas, marcadas por los protocolos de la covid-19 -se habilitó un aforo del 70 % sin exigir vacunas-, dejará a las personas elegir si usar mascarilla o no, González, que ofrece el alquiler a un precio intermedio entre los 2000 y 4500 pesos uruguayos (entre 46 y 100 dólares), destaca la variedad de su menú.
«Tengo una propuesta gastronómica para las personas que comen carne y otra para las que comen vegetariano, vegano o incluso hasta celíacos. Es un formato picada tradicional uruguaya, vamos picando distintos tipos de corte de carne o de vegetales», puntualiza mientras el cocinero prepara pimientos rojos y chorizos en la parrilla.
NO OLVIDAR LAS TRADICIONES
Luego de la «siesta» que el dios Momo tomó al suspenderse en 2021 por una escalada de casos de covid-19 su fiesta estrella en Uruguay, el carnaval a su vez conocido como «el más largo del mundo» -ya que va desde enero hasta marzo-, el trabajo en los conjuntos no cesó para que la fiesta brillara en todo su esplendor este año.
Así lo asegura antes de partir al desfile Martín Rorra, integrante de «Uganda», una de las 50 comparsas que, entre este jueves y el viernes, participan del concurso que supone el desfile.
«En el 2021 no hubo desfile entonces eso se alargó y tuvimos mucho tiempo para prepararnos, por eso también la alegría y la ansiedad de empezar ya a desfilar porque venimos de un año sin actividad», acota.
Consultado sobre el ánimo de la noche, Rorra recalca que, más allá de la sed que supone el retorno para quienes vestidos de llamativos colores acompañan el retumbar del ritmo de tres tambores -chico, repique y piano- reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, hay un sentimiento de querer celebrar por aquellos que el carnaval perdió en este tiempo.
«Hemos perdido muchas vidas candomberas, muchos compañeros que se han ido a causa de la pandemia y eso sin dudas que nos afecta pero hoy podemos estar acá disfrutando de esta noche», expresó.
Por otro lado, el también referente de la agrupación Jóvenes Afros, que este año participa del desfile como asistente para acompañar a su su sobrina, que bailará por primera vez en el conjunto, dirigido a la vez por su hermana, remarca la importancia de que no se cambiara de sitio el desfile.
«Se había manejado la posibilidad de hacerlo en otro lugar debido al contexto sanitario y nosotros entendíamos que lo mejor es Isla de Flores, por una cuestión de tradición, de nuestra cultura, de permanecer, de mantener ciertas cosas que entendemos que son esenciales en el candombe», concluye.
EFE
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