Desilusión, dolor, rabia, exposición de una herida histórica, pero más abierta que nunca: todo esto trajo en 2020 el destape de «Varones Carnaval», una olla de denuncias virtuales que impulsó un «MeToo» en el corazón de la mayor fiesta popular uruguaya, que, dos años después, se repiensa.
Entonces, la aparición de una cuenta de Instagram con placas anónimas alcanzó para que, una tras otra, cientos de mujeres juntaran coraje para hacer públicas vivencias de acoso o abuso sufridas a mano de integrantes de los diversos grupos que acaparan cada febrero con su canto y baile la atención del país.
Murgas, humoristas, revistas, parodistas y comparsas de candombe son las agrupaciones que participan del Carnaval más largo del mundo y que, en su mayoría, están integradas por hombres. Pero, la repercusión del caso fue tal que, en este regreso pospandemia, mostró algunas variaciones significativas.
PUNTOS VIOLETAS, PAUSA OBLIGADA
La primera respuesta fue rápida y conjunta, explica a Efe la referente de la Comisión de género del Sindicato Único de Carnavaleras y Carnavaleros del Uruguay (SUCAU), María José Hernández, quien recuerda que enseguida hubo una reunión de trabajo.
Si bien acota que el tema implicaba arrancar un proceso «muy complejo», porque la desigualdad es «estructural», dice que carnavaleras y autoridades de la Intendencia de Montevideo, que habilita los espectáculos de carnaval, propusieron una medida clave.
«Conociendo la experiencia que se había dado en España de que hubiera puntos de referencia geolocalizados en los eventos culturales por si suceden situaciones de violencia basada en género, se crearon los puntos violetas», apunta.
Sin embargo, los puntos, estrenados este año por la suspensión del Carnaval en 2021 debido a la covid-19, fueron solo parte del cambio.
SUCAU organizó talleres para involucrar a varones del entorno y aprovechó para ello la larga pausa pandémica que, para la actriz Emilia Díaz, tuvo doble filo.
«En alguna medida fue un tiempo que se tomó dios Momo de impasse, de poner las cosas en remojo, dejar pensar un poco. Yo lo tomo así, pero otros lo tomarán como un buen tiempo para barrer debajo de la alfombra —ríe— y hacer en el 2022 como que no pasó (el destape)», expresa la integrante de la murga Doña Bastarda.
PLATILLOS ROTOS, JUSTICIA CIEGA
Pese vivir la ola de denuncias desde fuera, pues llevaba años alejada del Carnaval, Díaz dice que le provocaron empatía con las víctimas y «una rabia mezclada con compasión» hacia algunos varones involucrados por los que sentía simpatía o admiración profesional.
Compañera en Doña Bastarda, Camila Sosa dice que le tocó vivir «el dolor de mucha gente», tanto de «ellos y ellas» como de las familias enteras afectadas.
«Viví cancelaciones muy cercanas, unas demasiado justas y otras que cuestan mucho; que también cuesta decir que no estás de acuerdo con ese tipo de cancelación», acota sobre los varones «cancelados» por haber aparecido allí, y añade que, si bien «acompañar el dolor del otro no es fácil», esa herida también «sana».
Por otro lado, mientras muchas denuncias fueron formalizadas, pero no han prosperado en el ámbito judicial, para Díaz hay un debe mayor.
«Me parece que todavía no está la sociedad preparada para reparar a las víctimas. No hay espacios de contención, la Justicia está inmadura y ciega ante estos hechos», subraya en sintonía con Hernández, quien ve además como un reto que el proceso se dé en conjuntos distintos a las murgas —las únicas con colectivos feministas sólidos—.
«Las denuncias referidas a otras categorías, como el parodismo o el humorismo, son de cosas bastante complejas o graves; entonces es un desafío también acercarnos a ese mundo», dice sobre estas agrupaciones y las comparsas de candombe, de tradición «muy masculinizante».
QUÉ FANTÁSTICA SERÍA ESTA FIESTA
Recién llegada a «Doña Bastarda», en la que —salvo Sosa y ella— todo son varones, Díaz puso punto final a la indecisión sobre si correspondía tocar «Varones Carnaval» en su espectáculo de 2022 y escribió un cuplé al respecto.
«Son muchas denuncias, mucho dolor y una fiesta rota. Pero al mismo tiempo sentir que las mujeres tenemos derecho a una fiesta distinta y a ocupar un lugar en la fiesta distinto. Y si yo saco fiesta y te digo sociedad es más o menos lo mismo», reflexiona Díaz sobre el detrás del número que, con los inmortales acordes de «Fiesta», de Raffaella Carrá, pregunta qué fantástica sería esta «construida desde ahí».
Otro es el abordaje de «Mi Vieja Mula», murga que debuta en el carnaval de mayores con un espectáculo innovador y, según el letrista Sebastián Mederos, se sintió preparada para abordar el tema, tanto en boca de sus personajes como en una reflexión final.
Compuesto por más varones pero tendente a la paridad, el conjunto, que «se siente muy cómodo» porque el tema lo atravesó siempre y cuenta con mujeres en roles decisivos, deja a los turistas que protagonizan su show vociferar su impresión y cierra con un tono más serio.
«Tenemos un recitado que hago yo con la directora, Romina Repetto, donde yo, desde mi lugar de varón, trato de señalar y hacerme cargo de machismos y micromachismos en que habitualmente caemos y siempre estamos revisándonos. Es algo que nos parecía importante, que no fuera de las mujeres, sino que varones también hablaran sobre Varones Carnaval», concluye.
EFE