Por Raúl Martínez
Pese al evidente paso del tiempo y a la diferencia en el método, «la esencia de la causa» de Ana, como se la conocía en su época de guerrillera, y de Lucía Topolansky, la primera mujer que llegó a presidir Uruguay, aunque fuera de manera interina, «es la misma».
Esa frase la pronunció en una entrevista con Efe en 2019, cuando ocupaba la Vicepresidencia de la República durante el segundo mandato de Tabaré Vázquez (2005-2010 y 2015-2020), en la que también afirmó que la vida no hay que desperdiciarla «porque tenemos una sola» y «hay que gastarla bien gastada».
Quizá por eso, por no haber podido desarrollar durante la pandemia su tarea legislativa como le gusta y para colaborar en el recambio generacional del Frente Amplio, la coalición de izquierda que gobernó Uruguay entre 2005 y 2020 y hoy es el principal de la oposición, la senadora Topolansky deja su escaño.
Con este gesto, da un paso al costado en una carrera política de más de 50 años marcados por la lucha y resistencia en la guerrilla primero y en el sistema democrático después, que la llevó a lo más alto en el escalafón del Estado, cuando en noviembre de 2010 asumió, como senadora más votada de la lista más votada, la Presidencia interina por ausencia del jefe de Estado y su vicepresidente.
Hija de Luis, un ingeniero de ascendencia polaca, y María Elia Saavedra, Topolansky nació en el seno de una familia acomodada que vivió en Montevideo y en Punta del Este, en la que compartió educación católica con otros seis hermanos -una, María Elia, melliza suya-.
De vuelta en la capital, finalizó la secundaria y se inscribió en la Facultad de Arquitectura, donde mantuvo una fuerte actividad gremial.
En 1967, dos años antes de abandonar la carrera, ingresó al MLN-Tupamaros, grupo que, mediante diferentes operativos, entre los que se incluyeron robos de bancos, secuestros y fusilamientos, desarrolló en la década del 60 una guerrilla urbana que lo enfrentó duramente con el Gobierno de turno.
Fue encarcelada por primera vez en 1970 y protagonizó, junto a otras compañeras, la llamada «Operación Estrella», en la que casi 40 reclusas se escaparon de la cárcel de Cabildo.
En 1972 fue apresada de nuevo y permaneció encarcelada hasta la amnistía tras la dictadura cívico-militar (1973-1985), igual que José Mujica, su compañero de vida con el que terminaría casándose en 2005 y quien, en 2010, alcanzaría la Presidencia de la República.
Integrada a la política partidaria, formó parte de la fundación del Movimiento de Participación Popular (MPP), que en 1989 se unió al Frente Amplio, fundado en 1971 y al que inicialmente no quisieron adscribirse los guerrilleros.
Topolansky inició su carrera política en 1995 como edil suplente de la Junta Departamental de Montevideo, en 2000 fue elegida diputada y en 2005 senadora.
Una escena que se hizo famosa en aquella época fue la de la pareja Mujica-Topolansky acudiendo en su moto Vespa al Legislativo, de igual forma que después lo hicieron en su «Fusca», un Volkswagen escarabajo que se conoció en todo el mundo cuando él llegó a la jefatura de Estado.
Aquel 1 de marzo de 2010, ella tomó juramento a Mujica en el Parlamento en otra imagen que dio la vuelta al orbe.
En noviembre de 2010, en ausencia de Mujica y de su número 2, Danilo Astori, ambos de viaje al exterior, Topolansky se convirtió en la primera mujer que, aunque de manera provisional, presidió Uruguay en la historia del país.
Posteriormente, en septiembre de 2017, asumió la Vicepresidencia de la República durante el segundo mandato de Vázquez, debido a la renuncia de Raúl Sendic por un caso de corrupción.
En ese período volvió a ocupar la jefatura de Estado de manera interina.
Con 77 años, y empujada por una pandemia que le ha impedido en los últimos tiempos desarrollar la labor que más le apasiona, reunirse y debatir con legisladores para alcanzar acuerdos y sacar leyes adelante, Topolansky se aparta del primer plano político, aunque, como también dijo a Efe, es «militante de muchos años» y morirá militando.
De carácter duro y firme en sus declaraciones, la exguerrillera, apodada ‘La Tronca’, deja paso al hasta ahora diputado Sebastián ‘Tati’ Sabini, de 40 años y uno de los líderes más reconocidos en las juventudes de la formación de izquierda.
De esta manera, emula lo hecho por Mujica en 2020 cuando, por motivos de salud, también abandonó su cargo en el Senado y ahora ambos dedicarán su vida a la militancia y la atención de su finca rural a las afueras de Montevideo, donde cultivan flores y hortalizas y que alguna vez fue residencia presidencial.
EFE
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