Un grupo internacional de científicos liderado por el uruguayo Leonel Malacrida hizo, tras estudiar a fondo la dinámica celular interna del ojo de los peces, un «impresionante» hallazgo sobre la visión que abre la puerta a futuros estudios sobre las cataratas y la ceguera.
Así lo destaca en una entrevista con Efe el biofísico e investigador, hoy responsable de la Unidad de Bioimagenología Avanzada del Institut Pasteur de Montevideo y la Universidad de la República (Udelar), tras la publicación del estudio en la revista Science Advances.
El artículo, que contó con la colaboración de científicos de Nueva Zelanda, España y Uruguay, concluye que dos proteínas denominadas «acuaporinas cero» son claves para entender cómo se forman las cataratas y la ceguera en los peces, un hallazgo que, sin embargo, aún no puede ser extrapolable al ojo humano.
EN EL OJO DEL PEZ
«El modelo de pez cebra es muy bonito porque a los cuatro días tiene su lente completamente maduro y puede ver; entonces estudiamos lentes de peces a diferentes estados de madurez», destaca Malacrida sobre las ventajas de los peces en cuyos ojos se enfocó la investigación, desarrollada casi totalmente en la Universidad de California en Irving (Estados Unidos).
Estos, además de ser fáciles de criar o cruzar, se caracterizan por ser transparentes, por lo cual son «muy benévolos» para hacer imágenes y observar el efecto que las acuaporinas tienen en su visión.
«Estudiamos decenas de peces para tener un resultado poblacionalmente valioso y lo que vimos es que había un rearreglo de la dinámica del agua y del hacinamiento molecular enorme», apunta, y explica que, si no había hacinamiento, el agua llenaba el lente, que hinchado «se estropeaba por completo».
Así, el estudio, publicado recientemente en la revista de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, arrojó que las dos acuaporinas del cristalino de los peces tienen funciones complementarias y son esenciales para determinar si el animal vive o muere, pues, dice Malacrida, la ceguera los hace presas fáciles.
Ese es uno de los resultados más importantes del proyecto, que demuestra cómo «una función muy elemental» -como la variación de una relación de proteínas reguladoras del agua- «puede determinar que un animal sea exitoso o perecedero».
«Que una función tan elemental como que el agua cambie la dinámica te permita ver o no ver es algo impresionante», remarca.
CONJUNCIÓN SIN BANDERAS
Según Malacrida, el proyecto surgió hace cuatro años durante su estadía posdoctoral en Irving.
Si bien ya trabajaba en los tópicos de hacinamiento molecular y agua desde su doctorado en Uruguay, allí dio con la científica neozelandesa Irene Vorontsova, experta en la biología y el desarrollo del lente que ya estudiaba las acuaporinas.
«Ella se enteró que nosotros trabajábamos con agua y fue una conjunción inmediata», destaca del puntapié a la colaboración.
Mientras Vorontsova analizaba cómo las proteínas tenían «un rol clave» en la generación de cataratas en peces, el uruguayo y su equipo desarrollaban herramientas de espectroscopía y microscopía útiles para ver cómo el agua se mueve y distribuye dentro de las células.
Al equipo se sumaría, además de la uruguaya Belén Torrado, el español Alex Valltmijana, experto en procesamiento de imágenes que «desarrolló algunos algoritmos muy interesantes para poder sacar el mayor provecho» de lo observado mediante las sondas fluorescentes del trabajo espectroscópico.
LÍMITES Y HORIZONTES
Mientras aclara que la ciencia desarrollada es básica y no médica u oftalmológica, Malacrida expresa que el equipo evitó «pedirle a los resultados más de lo que pueden dar».
En ese sentido, el biofísico entiende que no se puede afirmar que estos resultados puedan llegar a ser «fundamentales para el descubrimiento de la cura de las cataratas», pero sí enfatiza que arrojan un mayor entendimiento de procesos celulares básicos detrás de la enfermedad.
«Entendemos que sí, los procesos biofísicos, celulares, del hacinamiento molecular, de la reorganización del agua y demás, podrían ser trasladables a otro individuo, que puede ser el humano o cualquier otro animal», puntualiza.
A esto añade que sabe que «en lentes de animales más superiores desde la escala evolutiva» se han hecho análisis de la dinámica del agua y «todo condice de que los resultados deberían de ser extrapolables», pero «es muy ambicioso» tratar de extrapolarlos al ojo humano, donde haría falta un experimento difícil de practicar por límites éticos.
El científico, que, tras regresar a Uruguay, trabaja en cabos sueltos de aspectos específicos del proyecto, ve en el horizonte nuevos retos a superar.
«Implicará desafíos técnicos muy grandes, porque nuestros instrumentos son muy buenos pero a veces no logran ver la diferencia entre el espacio intra o extracelular (…) hay que buscar alternativas», concluye.
EFE
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