Por Elizabeth López
La poeta uruguaya Ida Vitale, galardonada con el Premio Cervantes 2018, dice que «la poesía requiere antojo, no se hace por encargo» sino que «a uno le nace un día» y, con una treintena de volúmenes de versos a sus 98 años, confiesa que le falta escribir un soneto, «el mejor soneto» todavía por determinar, aunque «sin duda no sería sobre nada político».
«Me encanta la forma del soneto, el mecanismo, es como abrir un reloj cuando uno es un niño y la curiosidad de ver cómo funciona, su concisión, la exigencia que tiene de ser capaz de dar todo en una forma de la que uno no puede escapar», asegura Vitale (Montevideo, 1923) en una entrevista con Efe con motivo de su participación en el Ciclo Poetas Di(n)versos que organiza en La Coruña (noreste español) la también poeta Yolanda Castaño.
El año pasado, Vitale presentó en España su poemario «Tiempo sin claves» y actualmente no está trabajando en ninguna obra, aunque le gustaría que la recordaran por algún poema futuro «que escriba cuando tenga 105, como apuesta es de muy doble interés», reconoce la escritora de la Generación del 45, a la que también pertenecen los escritores uruguayos Juan Carlos Onetti e Idea Vilariño.
Esos versos, quizá en forma de soneto, no serían sobre nada político porque «la práctica en general no es lo más estimulante del mundo, aunque no podríamos vivir sin política pese a que tiene un campo muy reducido», sostiene Vitale.
En un contexto internacional, la poeta uruguaya se refirió a la guerra en Ucrania y cree que más que un poema «los himnos cumplen esa función coherente» de alentar la paz, pero sobre todo emplaza a los políticos actuales: «Que manejen bien lo suyo y que me dejen manejar a mí lo mío».
En todo caso, más que poesía los políticos de hoy en día «deberían aprender geografía, para que sepan convivir», y como cervantina devota sugiere que «todos deberían leer El Quijote, cosa que no sé si siempre ocurre, aquí supongo que es obligatorio», señala.
«Es innegable que hay más comunicación en los países cuando la geografía ayuda», argumenta Vitale, que reconoce que en los once años que vivió en el exilio en México «nunca» sintió tensiones entre España y este país o con ningún otro de América Latina, pese a considerar que «hay una cierta responsabilidad de los países de promoverse a sí mismos y cada uno es responsable de lo que tiene para ofrecer».
Sobre España, que denomina «la mamá», recuerda que en América Latina se han «abastecido» del país y están «acostumbrados a mirar a España». De hecho, dos de sus grandes referentes fueron Juan Ramón Jiménez, al que conoció en la Universidad de Humanidades, y José Bergamín.
Es más, si tuviera una máquina del tiempo, Ida Vitale traería a Garcilaso del más allá porque le encantó «toda la vida», de hecho probablemente se dedicó a la poesía por De la Vega, y aunque también elige a Lope entre los imprescindibles, considera que la literatura latina propiamente «ya no está muy de moda, por lo menos en Uruguay».
La poeta prefiere no comparar porque es su mundo y, no obstante, no encuentra grandes diferencias entre la poesía latinoamericana y la del resto, en lo más tradicional la costumbre era mirar a Europa más que a enterarse de sus grandes escritores.
«Quizás el prejuicio me llevaba siempre a mirar más lo europeo que lo nacional», confiesa tras citar de su país a la reconocida Juana de Ibarbourou y las «presiones del feminismo», si bien prefiere a Julio Herrera Reissig, que era «muy buscador». «El feminismo presiona porque es una costumbre, yo creo, las mujeres protestan por tener un lugar que ya tienen», añade.
Vitale es una de las seis mujeres distinguidas con el Premio Cervantes, la última ha sido la también uruguaya Cristina Peri Rossi en la edición de 2021 y, antes que ellas, las españolas María Zambrano (1988) y Ana María Matute (2010), la cubana Dulce María Loynaz (1992) y la mexicana Elena Poniatowska (2013).
Por suerte, asegura, nunca en Montevideo tuvo que plantearse el asunto del papel de la mujer en la cultura como un problema porque la única diferencia, explica, es que «de repente una generación tiende más a tener valores más masculinos, otra más femeninos, pero la poesía en el fondo se resuelve por los gustos personales, no por una situación social».
Apasionada de la literatura chilena, de «La Gabriela (Mistral)» primero porque fue «lo más importante que hubo literariamente» en Chile en su momento -recibió el Nobel de Literatura en 1945-, después llegaron Neruda y los demás, Ida Vitale asegura que «hay una relación entre la cultura, la riqueza y la organización de un país; hay países que promueven mejor su cultura que otros en América».
EFE
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