Por Alejandro Prieto
Llegar a vivir del arte en la norteña ciudad de Artigas es el sueño que desvela a Freddy Silveira, el pintor autodidacta que plasma sus raíces en coloridos retratos y lucha por abrir paso a los «anónimos» maestros del pincel que esconde el interior profundo del país.
Las miradas atraviesan la habitación: ojos saltones, verdes, azules o marrones, labios tocando la flauta, gestos pensativos, cuerpos desnudos en contacto con la tierra que se funden en un torbellino de color.
Así atraen los pasos de los visitantes las pinturas que, para una ocasión especial, visten las paredes de la histórica Casa de Gobierno del departamento de Artigas.
DEL DOLOR AL COLOR
«Son como hijos que vas juntando», dice a la Agencia Efe el creador artiguense que, sin haberse formado en dibujo o pintura, encontró en el arte la salida al dolor de la pérdida.
«Hace 17 años que soy viudo. Ahí creo que me dediqué con mayor ímpetu, ganas, al tema del arte, y eso es un poco lo que contrasta, entre el negro de las emociones o del luto que yo viví en algún tiempo (y las obras en color)», expresa.
A esto agrega que, desde el comienzo, fluyó por sus pinceles una influencia «muy grande» de la cultura de Brasil que caracteriza el día a día de un Artigas fronterizo con la ciudad de Quaraí, en el estado de Rio Grande do Sul.
«Mi paleta es muy tropical. Amo los colores, creo que es eso lo que trato de canalizar, las ganas de vivir, de ser feliz, de progresar», expresa el artista.
Sobre su estilo, que denota, según la serie, una fuerte impronta de las obras del constructivista uruguayo Joaquín Torres-García o del célebre maestro del cubismo Pablo Picasso, entre otros, Silveira explica que es variado y «universal».
Así recalca que, si bien pinta «muchos estilos», el que más le identifica actualmente es el figurativo plano y sostiene que busca mucho la conexión de los seres humanos con «la madre tierra».
«Pinto muchos desnudos porque entiendo que la ropa es lo que nos distingue socialmente. Ante Dios y ante la naturaleza somos todos iguales; por eso trato de pasar esa imagen de que todos somos iguales, salvo por nuestras capacidades», explica, y resalta su interés por el «afianzamiento» de lo humano a lo natural.
UN SUEÑO LEJANO
«Crear es lo más bello, es pararte frente al lienzo blanco y plasmar aquella cantidad de ideas, de imágenes que cruzan por tu cabeza en la obra», describe Silveira sobre su pasión, en tanto admite que las dificultades llegan al buscar comercializarlo.
«Ahí es donde encuentras la verdadera dificultad, cómo venderlo o encontrar el camino para que tu cliente sienta esa atracción por la obra y se la lleve», asegura.
Si bien admite que el apego a sus «hijos» enmarcados no le impide dejarlos «volar», dice anhelar que quien los compre se enamore de la pieza.
«Como un hijo deseas que lo cuiden, que lo hagan su estandarte, que lo coloquen en el mejor lugar de su vida, de su casa», acota.
Sin embargo, manifiesta que la suma que gana con sus obras en el mercado local es mucho menor a la que tienen cuando las lleva a galerías de Punta del Este, donde sus obras multiplican por diez su valor: si en Artigas rondan los 12.000 pesos uruguayos (unos 300 dólares), allá valen hasta 3.000 dólares.
«Al ser del interior profundo, aquí es mucho más difícil comercializar y ser artista plástico. El verdadero artista plástico es el que vive del arte y en estas latitudes es muy difícil hacerlo», reflexiona sobre el sueño que más anhela concretar.
DESPEJAR LA SELVA DEL ARTE
Mientras puntualiza que en su comunidad hay unos 20 artistas que también se ven obligados a llevar obras al sur para aprovechar «el nicho del turismo», para Silveira abrirse paso es un desafío titánico.
«Es como si estuvieras frente a una gran selva con un machete en la mano; hay que hacer el camino para que otros que están trabajando hace mucho tiempo en el anonimato puedan también seguir ese trayecto y comercializar, vivir del arte», recalca.
Sin embargo, el artista no baja los brazos y se muestra feliz por la visibilidad, pues su muestra en la Casa de Gobierno artiguense fue apreciada durante la reunión que mantuvieron allí con el intendente de Artigas, Pablo Caram, los embajadores de siete países de la Unión Europea (UE).
La delegación de diplomáticos liderada por el embajador de la UE en Uruguay, Paolo Berizzi, recorrió la ciudad fronteriza en su primer viaje oficial a tres departamentos del norte.
Berizzi, que destacó a la prensa el interés de la UE en Uruguay por potenciar el turismo, el comercio y la cultura de Artigas, le planteó allí al pintor la posibilidad de exponer obras en su sede diplomática en Montevideo.
Más allá de eso, Silveira cree que el bajo nivel de apoyos que caracteriza al departamento se está revirtiendo y ve con buenos ojos algunas propuestas recibidas de parte de autoridades locales; solo resta que su pincel siga delineando el camino.
EFE
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