La boda de Ornela y Nicolás es lo que llaman en la industria de los eventos un destination wedding o boda viajera.
Los novios se casan en un destino diferente de su lugar de origen, ya sea en una playa, en la montaña, en un bosque o en algún paraje natural poco convencional.
Ellos -residentes en Argentina- habían elegido cruzar el charco para llevar adelante el festejo en el Club de Campo El Faro, publica Ángela Márquez en La Nación.
Estaban a días de concretarlo cuando se anunció una implacable cuarentena y un cierre de fronteras por la pandemia de Covid.
A esa altura, los novios tenían absolutamente todo listo: vestido, DJ, pasajes, catering, maquillaje, fotógrafo, alrededor de 180 invitados confirmados y una lista infinita de ítems que les había llevado meses planificar. “La primera determinación fue postergarlo, pero, dado que era en otro país, se hizo imposible definir un horizonte de tiempo”, relata Ornela.
Indiscutiblemente, lo más desafiante de postergar todo su evento, según ambos, era lidiar con los sentimientos de desilusión.
Como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga. Para Ornela y Nicolás, la postergación de su casamiento aceleró un proyecto especial que tenían pendiente como pareja. “La única decisión a corto plazo que tomamos fue buscar un bebe”, cuenta entre risas.
Durante dos años, fue su optimismo lo que los impulsó a concretar sus planes. “Y así, un día se abrieron las fronteras, bajaron los casos de Covid, todos estábamos vacunados y se dio ese día que tanto soñábamos”, explica.
El 19 de febrero de 2022, la pareja dio el “sí” en un evento de ensueño en el Club de Campo El Faro.“Mi mente estaba plena en lo que estaba viviendo. Nada más y nada menos que disfrutando de esa magia. A diferencia de dos años antes, que había vivido el mes previo con muchos, muchos, nervios, esta vez llego el día y disfruté absolutamente todo”, destaca.
¿Valió la pena? Le preguntamos. “Valió la pena y tenía una razón de ser. Las cosas no salieron como las planeamos, pero no podría haber sido más perfecto. Entrar con mi papá y, en lugar de ver solo a Nico (como hubiese sido 2 años antes), ver a Nico con nuestro bebé, Mateo (7 meses), en brazos, no puedo expresarlo en palabras”.
De las grandes enseñanzas de toda esta odisea, Ornela no duda en afirmar: “Está buenísimo planificar, pero no atarse a esos planes, porque a veces el universo tiene un plan mejor para nosotros, aunque en el momento nos cueste verlo”, concluye la nota publicada en el diario argentino.
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