Por Alejandro Prieto
La tranquilidad de los habitantes puede engañar a quien llega a Artigas, el departamento más al norte de Uruguay, pues el verdadero brillo está bajo la superficie: allí se esconden las ágatas y amatistas con las que esta tierra de trabajadores puede potenciarse como centro turístico.
En 1844 un alemán llamado D. Nicolás Eifler recorría la zona cuando se topó con un yacimiento grande de ágatas y exclamó «¡Soy rico!», aunque moriría sin serlo poco después.
Si bien nadie puede confirmar esta versión, recuperada de un diario de 1902 por Aníbal Barrios en el libro «Artigas: de los aborígenes cazadores al tiempo presente», lo cierto es que sí fueron algunos inmigrantes germanos quienes hallaron esta riqueza mineral en la región uruguaya fronteriza con el sur de Brasil.
PIEDRAS ÚNICAS
Las ágatas fueron las primeras en ser extraídas por los alemanes Nicolás Schuch y Augusto Becker, en tanto las amatistas no eran consideradas de valor.
Ambos tipos de piedra, si bien no entran en la categoría de «preciosas» acaparada por diamantes, zafiros y rubíes, son hoy codiciadas y se encuentran en países como Canadá, India, Sri Lanka o Madagascar.
Las piedras uruguayas no tienen, sin embargo, nada que envidiarle a otras, pues, como destaca en diálogo con la Agencia EFE el intendente de Artigas, Pablo Caram, las allí extraídas son «las mejores ágatas y amatistas del mundo».
«Tienen un color que la hace diferente a la brasilera; si vas a mercados internacionales en Tucson, en Italia y en China, inmediatamente te dicen que la piedra es de Artigas porque tiene una calidez en el color que es impresionante», apunta Caram.
Maravillados con su belleza se mostraron también, en una reciente visita a Artigas, los seis embajadores de países europeos que acompañaron al embajador de la Unión Europea en Uruguay, Paolo Berizzi, en su primer recorrido por el norte del país.
Berizzi, que enfatizó a la prensa el deseo compartido con los embajadores de Alemania, España, Francia, Grecia, Italia y Portugal de conocer más a fondo el departamento norteño, elogió los lazos alemanes con esta minería y resaltó su potencial como atractivo turístico.
TURISMO DE AMATISTAS
En 2011, reabrió en la ciudad de Artigas el Hotel Casino San Eugenio del Cuareim, que, según cuenta su gerente, Mateo Acosta, no conseguía muchas visitas y quiso, mediante una postulación a fondos de innovación, explorar una veta turística.
Para Acosta, Artigas «tiene que necesariamente ser la ciudad de las amatistas en Uruguay» y fue en esa línea que creó el «Safari Minero», una visita guiada por una cantera de amatistas local.
Un obstáculo, dice, fue la seguridad, pues no se habilita en Uruguay visitar minas en actividad, por lo que, para el paseo inaugurado en 2015, se acondicionó una mina inactiva de forma minuciosa; tampoco querían perder la magia de verla en bruto.
«Está apenas acondicionado el terreno para que la gente camine sin problemas, pero las paredes y las piedras que se pueden ver son naturales, quedaron ahí de cuando hubo explotación», explica Acosta.
El recorrido, que dura cinco horas, cuenta hoy con un almuerzo maridado con vinos locales en el primer restaurante subterráneo del país, inmerso en una de las cuevas que aloja estas piedras violetas, entre sus atractivos, como una manera de competir con Ametista do Sul, el pueblo brasileño que también explota el «turismo de amatistas».
MÁS QUE UN MUSEO
«A veces ni los propios artiguenses saben diferenciar un ágata de una amatista», señala la coordinadora de proyectos de la Intendencia de Artigas Elaine Vasconcellos, que tiene entre manos el proyecto por el que fondos europeos ayudarán a potenciar el turismo ligado a las piedras.
Impulsado por el gobierno local, una de las novedades es la construcción del Centro Cultural Museo de la Piedra Preciosa, que busca «mostrar a la comunidad local y a los visitantes la riqueza minera del departamento» y ser un centro de formación para los artesanos que trabajan con las piedras.
El presidente de ARGEMA, la asociación que los reúne, Luis Monge, ve la iniciativa como clave, pues sus 20 integrantes, que combinan las piedras con hierro para crear artesanías diversas, recién empiezan a capacitarse para exportar y vender en línea.
«Estamos preparándonos para en los años venideros estar trabajando tanto digitalmente como saber lo que cuesta colocar la piedra afuera», señala, y acota que el museo es clave en el proceso, pues tendrá muestras y una tienda para vender los productos.
Esto también recalca el dueño de la exportadora Uruguay Minerals, Marcos Lorenzelli, quien indica que el mercado «está en expansión» y cada vez más coleccionistas compran estas piedras desde República Checa, Estados Unidos o China.
«Es un negocio que rinde, es importante y espero que sea mejor de aquí en más», concluye.
EFE