Por Santiago Carbone
Descubierta hace más de 500 años por el navegante Juan Díaz de Solís, la Isla de Lobos, el punto emergido más austral de Uruguay, es uno de los grandes tesoros naturales del país suramericano, por lo que, pese a no ser aún área marina protegida, cualquier cuidado sobre su fauna parece poco.
Las decenas de miles de lobos marinos que nadan en esas aguas fronterizas entre el Río de la Plata y el océano Atlántico componen una comunidad a salvo, por el momento, del contacto con los humanos, pues el desembarco en la isla se ciñe a algún permiso concedido de forma excepcional durante el año.
Ahora un proyecto turístico con foco en ese pedazo de tierra de unas 40 hectáreas podría alterar la situación; sin embargo, el aviso de las autoridades es claro: el respeto por el medioambiente será fundamental a la hora de diseñar cualquier plan.
UN LUGAR ÚNICO
Ubicada a unas cuantas millas de la turística ciudad de Punta del Este, hasta cuyas playas se acercan en distintas épocas del año pequeños grupos de esos animales, la isla cuenta con uno de los faros más altos del continente, vigía necesaria en la entrada al Río de la Plata.
«Es un lugar precioso y único en nuestro país», dice durante una entrevista con la Agencia EFE la investigadora Diana Szteren, bióloga de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República especializada en lobos.
Razón no le falta. Cuando se acerca a la colonia de lobos la barca de expertos que participan en unas jornadas del Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Áreas de Influencia en la vecina Piriápolis, y en la que también viaja un reducido grupo de medios, entre ellos EFE, sus constantes movimientos en el agua y los cantos que emiten generan un espectáculo indescriptible.
Cuenta que la isla es habitada por dos especies: el lobo común y el lobo fino. Ambos conviven sin problema porque generalmente ocupan lugares distintos dentro de la isla, unos eligen las rocas y otros las playas.
Asimismo, Szteren indica que en Uruguay hay unos 12.000 ejemplares de los primeros, mientras que de los segundos se estima que hay cerca de 300.000, aunque publicaciones independientes reducen este número casi hasta la mitad.
¿UN ATRACTIVO TURÍSTICO?
Cerrado por el momento al turismo, este pequeño rincón es considerado «un sitio que puede ingresar en el mapa de los paseos de alta categoría internacional».
Por ello, la Intendencia trabaja en un proyecto turístico que pueda sumarse a los muchos ya que ofrece el departamento de Maldonado.
Así lo indica a EFE su director de Turismo, Martín Laventure, quien aclara que, para desarrollar un plan de estas características, es fundamental tener en cuenta el respeto por los animales y por su entorno natural.
«No se va a interferir en el hábitat de los animales, está previsto tener todos los resguardos desde el punto de vista técnico y científico para que eso ocurra», aclara sobre este proyecto, del que no ofrece detalles pero que apunta a 2023.
Szteren destaca que la situación actual de no llegada del turismo «es una manera de garantizar que los lobos estén tranquilos» y de no interferir con sus ciclos de vida.
«Ellos tienen salidas constantes al mar, ciclos de descanso en tierra y las hembras de amamantamiento a sus crías, pero cada varios días tienen que regresar al agua, donde se van a ir a alimentar», detalla.
Consultada por la opción de que el turismo acceda hasta ahí, dice que como investigadora da la máxima importancia a que se hagan todas las averiguaciones posibles antes de tomar una decisión.
«Es importante que se estudie cuál es la capacidad de carga de la isla en cuanto a cantidad de turismo, qué tan seguido, de qué tamaño pueden ser los grupos. De ahí debería surgir si es posible o no», indica.
DE LAS VIEJAS MATANZAS A LOS ACTUALES ESTUDIOS
Prohibidas desde 1978 para los lobos comunes y desde 1991 para los lobos finos, las matanzas de estos animales quedaron en el pasado y ya son solo historia en este alejado lugar.
Sin embargo, la contaminación mantiene en vilo a los expertos.
«Actualmente estamos tomando muestras para estudiar contaminantes orgánicos en grasa de los lobos marinos de las dos especies», cuenta Szteren.
Destaca también que una estudiante está analizando estómagos para conocer la ingesta de plástico, una problemática que ya se estudió en otros animales acuáticos, como las tortugas.
«Hasta ahora no se sabía nada de eso. Todavía no tenemos resultados, pero en algún tiempo veremos», finaliza mientras la barca se aleja y vuelve a dejar a los animales en su calma habitual.
EFE
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