Escribo con ruido de niños a mi alrededor. No es ninguna metáfora. Risas, gritos, golpes. Infantil euforia. Será cosa del buen tiempo, algunos dan sus primeros pasos y otros corren hacia todas partes y hacia ninguna al mismo tiempo.
Los niños me hacen recordar que deberíamos comportarnos más como ellos en muchas ocasiones: olvidar la vergüenza o el miedo al ridículo, saber reírnos fuerte, hasta llorar. No olvidar nunca toda esa inocencia.
Me pregunto cómo era Delmira Agustini cuando niña. Cómo fue la niñez de Fernando Pereira, Guido Manini Ríos o Graciela Bianchi.
Maldigo las cajas. Deseamos de algún modo inexacto desenvolver paquetes, que la verdad vea la luz. Y al mismo tiempo, parece como si a algunos les diese miedo conocer la realidad. La realidad en su entera (y salvaje) dimensión.
Todas las mentiras a nuestro alrededor. Todo el fraude como pintura que se desvanece.
¿Por qué no arrancamos todas las fachadas de una vez?
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