Por Santiago Carbone
Motor de una industria que durante las dos guerras mundiales alimentó a una cantidad innumerable de soldados, la Sala de Máquinas del antiguo Frigorífico Anglo de Uruguay se convierte hoy día en un museo que muestra a los visitantes parte de lo que era «la cocina del mundo».
«La musealización implica, justamente, poner en valor un patrimonio; en este caso un patrimonio industrial, un patrimonio histórico», aseguró el ministro uruguayo de Turismo, Tabaré Viera, quien participó este martes en la inauguración de los últimos trabajos.
Allí, donde cerca de 26.000 obreros trabajaron desde su inauguración en 1865 hasta su cierre en 1979, el extracto de carne y el «corned beef» se convirtieron en productos estrella.
Y, aunque la creencia común dice que esos alimentos estaban situados cerca de la esfera británica, la realidad es que tanto alemanes como ingleses alimentaron con ellos a sus tropas.
La matemática era clara: 4 kilos de extracto de carne para alimentar a 140 soldados.
Así lo indicaba la receta creada por el químico alemán Justus von Liebig, quien ideó la receta del extracto y dio nombre al saladero original.
Esta se centraba más en la cantidad que en la calidad: 32 kilos de carne para reducirlos a 1 kilo de extracto. Así se obtenían unos cubos que las tropas disolvían en agua para tomar como si fuera una sopa.
TECNOLOGÍA DEL PASADO Y DEL PRESENTE
Modelo de la revolución industrial, el frigorífico consiguió, mediante el uso de amoníaco, que gigantes cámaras con una capacidad total de 10.000 toneladas de carne llegaran a alcanzar temperaturas de hasta -20 grados.
Los enormes compresores que resguardaban ese producto hoy se entremezclan con sensores de proximidad, pantallas, proyectores y tabletas.
También con altavoces con grabaciones que permiten vivir una experiencia de aquella época a quienes visitan el viejo frigorífico situado en la ciudad de Fray Bentos.
Quienes se acercan a un antiguo motor diesel que encendía el compresor pueden escuchar la secuencia de arranque de la enorme máquina, al tiempo que las luces que se encienden permiten que el viaje por el pasado sea aún más real.
El jefe del Gobierno local de Río Negro, departamento donde se encuentra el viejo frigorífico, Omar Lafluf, consideró esta inauguración como «el inicio de una etapa».
De acuerdo con esto, contó que acaban de ganar un concurso en la Unesco que permitirá sonorizar otra parte del Anglo. Esta permitirá que los visitantes puedan escuchar en la entrada cómo era el ingreso de los obreros al lugar.
Ese lugar que, bajo sus amplias salas, tiene varios túneles que recorren el subsuelo de una planta por la que más de 5.000 vacas pasaron semanalmente para ser procesadas en épocas de guerra.
PATRIMONIO MUNDIAL
Parte del Museo de la Revolución Industrial, el frigorífico en el que trabajaron personas de 60 nacionalidades escribió entre sus paredes una innumerable cantidad de historias que fueron recopiladas en un video documental titulado «En carne propia».
En 2015, el Paisaje Industrial se convirtió en el segundo sitio uruguayo en pasar a la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, después del Barrio Histórico de Colonia del Sacramento. Seis años después se les uniría la Iglesia de Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes, obra del ingeniero Eladio Dieste.
Ahora, la musealización de la Sala de Máquinas, una obra que supuso una inversión de 120.000 dólares, llevada adelante con la intervención del Ministerio de Turismo, mediante un programa con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se encargará de poner en valor la infraestructura que representa el pasado industrial de Fray Bentos, la primera ciudad en producir energía eléctrica en el país sudamericano.
EFE
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