Completamente «invisibilizadas» por los libros de historia, las mujeres son quienes explican la ancestría indígena del 35 % de la población uruguaya, en cuya genética se ve un mestizaje negado por el dominante relato de una descendencia muy blanca y europea.
Así lo expuso, este martes, la antropóloga Mónica Sans, durante el seminario académico del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable «El mestizaje en Uruguay: violencia y desigualdades establecidas a partir de la genética».
Sans repasó el relato histórico hegemónico sobre la afluencia de diversos grupos indígenas que habitó las tierras uruguayas, pues a partir de la matanza de Salsipuedes, ocurrida en 1831, gobernantes y estudiosos remarcaban que los indios se habían extinguido en el país.
Como ejemplo, indicó que en 1925, en el centenario de la independencia, el gobierno expuso una apología en la que se jactaba de la «ventaja» que le suponía «la inexistencia de una cultura indígena que se opusiera a la civilización».
Sin embargo, según la antropóloga, esta idea de que la presencia de indígenas cesó o fue irrelevante -cuando, subrayó, que de la matanza sobrevivieron niños y mujeres que fueron «repartidos» entre familias- sigue vigente en pensamientos como el del expresidente Julio María Sanguinetti (1985-1990 y 1995-2000).
En su opinión, si bien de las filas de Sanguinetti, líder del Partido Colorado, surgió una versión de que fueron los guaraníes de las misiones jesuíticas los únicos que influyeron, esto «no consta» en los estudios genéticos, donde hay origen «diverso», con mezclas de grupos guaraníes, charrúas y guenoas.
«Es como que en Uruguay hubieran confluido pampeanos patagónicos, chaqueños, amazónicos, de distintos lugares y eso es lo que se ve a nivel de ADN hoy», apuntó, a lo que destacó que el género juega un rol clave, pues la evidencia está en el ADN mitocondrial materno.
Es así que, son las indias cuya voz «no era oída» ni perduró en los libros y que, según registros, se vieron obligadas a prostituirse con los soldados, las que explican una ancestría por la que, atinó, hoy son muchas las personas con antepasados potencialmente indígenas que buscan pruebas en su ADN.
Entre sus líneas abiertas, la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación estudia actualmente, según Sans, tanto el linaje por «cromosoma Y» o vía paterna en descendientes o restos antiguos como las implicancias de discriminación de una población cuya descendencia, dice, se encuentra más en zonas del norte uruguayo y sectores sociales más marginados.
«Siempre el sur y Montevideo dan menor aporte de lo que da en el norte; en Tacuarembó más de la mitad tienen un ancestro materno indígena», concluye.
EFE
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