«La masacre, el desastre».
Eso es lo primero que se le viene a la cabeza al presidente del Comité Olímpico Uruguayo, Julio César Maglione, al recordar el atentado perpetrado la madrugada del 5 de septiembre de 1972 durante los Juegos Olímpicos de Múnich.
Ese día, hace ya 49 años, 10 meses, y 28 días, Maglione dormía cerca de la sangrienta escena junto con los 13 deportistas de la delegación de Uruguay. Él era delegado de natación y tesorero de la misión.
«Nosotros estábamos en el mismo edificio, prácticamente en el mismo piso. Compartíamos con Hong Kong y con Israel y de repente en la noche sentimos ruidos. No podíamos pensar que fuera algo por el estilo. Y, aunque parezca mentira, siguió durmiendo todo el mundo», recordó Maglione, hoy con 86 años, en una entrevista con Efe.
Esa madrugada un comando del grupo terrorista palestino ‘Septiembre Negro’ asaltó la Villa Olímpica y mató a dos miembros del equipo israelí: el levantador de pesas Yossef Romano y el luchador Mosche Weinberg.
Además, tomó como rehenes a otros nueve miembros de esa delegación.
UNA MAÑANA SIN DEPORTISTAS
Por la mañana, Maglione despertó y salió al balcón de la habitación que ocupaba en el primer piso, algo que ya tenía por costumbre.
Recordó que por allí había un desfile de deportistas que iban a entrenarse en la piscina y la pista de atletismo.
«Esa mañana, cuando salí al balcón, no había nadie. Había nada más que policías, hombres y mujeres que en ese momento estaban todos vestidos de celeste. Nunca me olvidaré que nos dijeron: ‘vayan para adentro'», dijo.
Al final de esa jornada, la delegación de Uruguay durmió en otro sector de la Villa Olímpica y al día siguiente pudo regresar al lugar que originalmente tenía asignado.
Las 36 horas siguientes fueron una pesadilla con un desenlace trágico.
Durante el operativo de la policía alemana para rescatar a los secuestrados, los nueve rehenes fueron asesinados y murieron cinco terroristas, así como un policía y el piloto de helicóptero que el comando pretendía utilizar para huir.
LA FUERZA DEL MOVIMIENTO OLÍMPICO
«En el caso de los que creemos en el deporte y en los valores del deporte, valores educativos, de unidad, de salud, aquello fue una atrocidad», manifestó Maglione.
A su juicio, el atentado buscó «resquebrajar» un movimiento que defiende la paz y el entendimiento.
Para el presidente honorario vitalicio de la Federación Internacional de Natación (FINA), si el movimiento olímpico no tuviera la fuerza que posee, su ideario habría quedado destruido por las balas.
«El movimiento olímpico se puso firme y, de alguna manera, lo que se hizo fue un día suspender los Juegos Olímpicos con una ceremonia que fue de mucho sentimiento, de mucho dolor, en donde se homenajeó a los asesinados en esta circunstancia», recordó.
Consultado sobre si pensó salir de Múnich, fue tajante: «No se me ocurrió que podría alejarme de eso. Tenía que seguir con más fuerzas».
Más allá de la tragedia, Maglione destacó que los Juegos Olímpicos de 1972 dieron escenario a la soberbia campaña del nadador estadounidense Mark Spitz, quien se llevó a su país siete medallas de oro.
Además, la vuelta de los uruguayos a casa se cumplió sin problemas tras competir en atletismo, boxeo, ciclismo, natación y remo.
En sus evocaciones las imágenes y sensaciones son nítidas.
Si Múnich’72 deparó en su experiencia el momento más duro para la historia de los Juegos Olímpicos, los mejores llegarían veinte años después, en Barcelona.
«Fue la apuesta de Juan Antonio Samaranch para hacer unos Juegos espectaculares», dijo de 1992 Maglione, quien también destacó la «gran organización» de Tokio 2020, celebrados en 2021 por el estallido de la pandemia de la covid-19. EFE