Por Raúl Martínez
Llegó como polizón desde Marruecos a Uruguay, retrató la dictadura de ese país en 1973 y se exilió en México: a sus 90 años, el fotógrafo Aurelio González es el rostro de una historia de resiliencia a través del lente.
Hablar de fotografía en Uruguay es hablar de González, una referencia obligada en el país suramericano para quien desee conocer ese momento histórico.
Gracias a la denominada «viveza criolla», este fotógrafo logró resguardar durante 33 años, en latas escondidas en un edificio de Montevideo, un archivo de unas 70.000 imágenes en negativo pertenecientes al diario de izquierda El Popular, en donde trabajó y donde reflejó parte de esos oscuros años.
URUGUAY, UNA TIERRA DESCONOCIDA
Nacido en Marruecos de padres españoles, González cruzó a los 18 años a la zona del protectorado francés, lo que le costó tres meses de prisión en Casablanca (noroeste) y la deportación a las islas Canarias, en donde prestaría el servicio militar.
Tal y como cuenta en entrevista con Efe en Montevideo, gracias a sus conocimientos marítimos por el servicio militar, logró embarcarse desde el archipiélago en el «Andrea C» como polizón con destino incierto hacia América.
«Fueron 14 días de navegación, pero complicados, donde me agarraron al quinto o sexto día y me iban a entregar en Río de Janeiro, pero al final no lo hicieron y total que me dejaron acá y con una mano adelante y otra atrás vine al Uruguay», detalla.
El 14 de noviembre de 1952, mismo día en que cumplió 22 años, González desembarcó en el país del que solo conocía lo que había escuchado por la radio, durante su encarcelamiento en Casablanca: su selección había ganado el Mundial de fútbol de 1950.
Fue en Uruguay donde, gracias a un amigo español, conoció el arte de la fotografía, un amor que sigue vigente hasta la actualidad.
RETRATAR LA DICTADURA
El 27 de junio de 1973 inició en Uruguay la dictadura cívico-militar tras la disolución del Parlamento por acuerdo entre el entonces presidente, Juan María Bordaberry, y las Fuerzas Armadas.
Este hecho motivó una huelga general de trabajadores y estudiantes, algo que González y sus colegas de El Popular se encargarían de retratar.
«Había que registrar lo que es un golpe de Estado. A mí me tocó registrarlo antes del golpe porque yo fui al Palacio Legislativo el 26 de junio del 73. Ahí los generales y comandantes del Ejército coparon el Palacio Legislativo pero de una manera absurda», recuerda.
Y es que para el nacionalizado uruguayo era «una vergüenza» estar en ese lugar donde se ejerció tanta represión si no «sacaba esa foto», por lo que estima que son «miles» de instantáneas que registró en esos momentos.
«El papel fundamental contra el golpe de Estado fue de los trabajadores y estudiantes; entonces, se ocuparon las fábricas y lo que había que registrar eran esas ocupaciones y si había alguna manifestación espontánea», describe González quien remarca que en tres oportunidades estuvo «al borde» de ser asesinado.
SALVAR LOS NEGATIVOS
El olfato periodístico del fotógrafo uruguayo lo llevó a recolectar en 1973 unos 17 años de trabajo y ocultar los negativos en latas en las entrañas de un edificio de la capital uruguaya al que no pudieran tener acceso las Fuerzas Armadas.
«Había que subir por el hueco de un ascensor agarrado de los cables y subir con bolsas llenas de latas con negativos, una historia de 17 años, todo colgado y entonces lo dejaba en un lugar en el que había que gatear para llegar y ahí lo dejé», memoriza.
Y así sucedió. En 1975 González fue detenido por los represores, quienes insistieron en averiguar la localización del archivo, algo que el fotógrafo negó, lo que permitió que se mantuvieran a salvo durante 33 años.
«Fue algo mágico», expresa al rememorar cómo se reencontró con esos negativos a raíz de un homenaje que recibió en 2006.
Un muchacho sabía dónde estaban aquellas latas oxidadas, cuyo contenido quedó intacto precisamente por la herrumbre.
«Cuando sacamos la primera lata no la podíamos abrir porque estaba herméticamente cerrada a los golpes; la abrimos y ahí salieron los negativos tan flamantes como el día que se escondieron», rememora.
UN NUEVO EXILIO
Tras su detención, en 1975, González logró escapar de la represión en su país y, aconsejado por amigos, se alojó en la embajada de México, donde solicitó asilo político.
En este país inició una nueva vida, en la que la fotografía fue su sustento.
«Empecé a sacar fotos de niños o cumpleaños y me llevé la sorpresa de mi vida. Los mexicanos son para la fotografía, les gusta que les saquen fotos», señala.
Luego de dos años en ese país el fotógrafo uruguayo decidió emprender el viaje a España, donde se fijó como misión denunciar la situación en Uruguay, hasta que en 1985 finalizó la dictadura y pudo regresar.
Aquellos negativos con los que se reencontró le permitieron dejar testimonio en distintas publicaciones del pasado reciente uruguayo para que, como remarca, «se muestre la realidad». EFE
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