Por Alejandro Prieto
Aprovechar la creación artística y su potencial integrador para enseñar a los jóvenes de la frontera sobre las aristas del tan complejo como cotidiano fenómeno de la migración inspira un innovador proyecto promovido por la OEI en Uruguay.
La acción diaria de cruzar una avenida toma una dimensión distinta en las ciudades uruguayas que, por ser limítrofes con Brasil o Argentina, reciben día a día un flujo importante de personas de los más diversos orígenes.
Saber más sobre sus culturas y comprender que cada migrante carga con una valija llena no solo de pertenencias sino de recuerdos, emociones, afectos, inquietudes y miedos, es clave para quienes poco a poco compartirán vivencias con ellos dentro y fuera del aula.
LA UNIÓN HACE LA FUERZA
Esta es la premisa del proyecto «Muros que unen», desarrollado por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) junto con el Ministerio de Educación y Cultura y la Administración Nacional de Educación Pública de Uruguay que, tras una primera edición en 2021 que dejó como legado dos coloridos murales, crecerá este 2022.
Como apunta a Efe la coordinadora del programa Educación Intercultural y Migrantes de la Dirección de Educación del MEC, Inara Ubal, si bien estuvo en principio acotado a las ciudades fronterizas terrestres de Rivera y Chuy ), ahora se repetirá allí y extenderá a otras dos limítrofes por agua: Río Branco y Bella Unión.
«Se estuvo investigando bastante cuáles son las matrículas de población migrante en estas ciudades y justamente es una matrícula bastante elevada, así que de ahí fue el puntapié disparador para arrancar a trabajar», afirma.
En tanto puntualiza que llegan de países latinoamericanos, como Cuba, Venezuela y República Dominicana, y desde lugares «bastante más alejados» como el mundo árabe, la coordinadora resalta la importancia de trabajar con los más jóvenes.
«Los centros educativos son como una segunda casa a veces para estos estudiantes y poder trabajar con uruguayos y migrantes en estas escuelas es vital para que el clima de convivencia de los centros se haga desde un enfoque de derechos humanos», enfatiza, y añade que la clave es la unión entre estudiantes y docentes de distintos centros.
En la misma línea se expresa la representante de la Oficina de la OEI en Uruguay, Macarena Llauradó, quien dice que las fronteras «dividen y estructuran», pero al tiempo «tienen que ser flexibles e inclusivas en un montón de sentidos» y la escuela «es un lugar básico para marcar estas líneas».
IDENTIDAD, LENGUAJE Y ARTE
Como destaca la gerenta de proyectos de Cooperación de la Oficina de la OEI en Uruguay, Matilde Schwarz, una de las reflexiones más interesantes que dejó la primera edición se refleja en la respuesta de una niña a quien preguntaron de qué lado de la frontera había nacido.
«La respuesta fue ‘yo nací en la frontera’, (reflexión que sirve) como para también poder pensar un poco lo interiorizado que está el hecho de la interculturalidad en su día a día. La cuestión identitaria es ‘yo soy de la frontera’, como algo que te constituye», remarca.
Mientras Ubal aclara que los talleres creativos, dirigidos a grupos de 20 estudiantes de centros públicos de Primaria, Secundaria y Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU), dejarán de lado el muralismo para explorar este año la escritura, Schwarz subraya que la iniciativa va alineada con una línea de trabajo crucial para la OEI.
Se trata de la recuperación del lenguaje, tópico que la organización, que tiene hoy en sus 23 países miembros 437 proyectos de cooperación activos, aborda con interés por el bilingüismo portugués-español que caracteriza a los estados iberoamericanos.
«Uno de los resultados que se está pensando es que el libro que salga como resultado del trabajo de los niños esté tanto en español como en portugués y en portuñol, pudiendo recuperar las palabras propias del lugar», plantea.
DESDE OTRAS ARISTAS
Uno de los aportes más interesantes del proyecto es, para Schwarz, su apertura a «poder pensar la migración desde sus múltiples dimensiones» y no asociada a esa «primera imagen» de personas afectadas por conflictos violentos que migran a un lugar seguro.
La referente sostiene que «es interesante pensar otras aristas» y considerar la migración más «como algo positivo que enriquece y aporta a las identidades de un pueblo».
En sintonía con ello, Ubal explica que una de las dinámicas busca que los estudiantes debatan sobre objetos de diversas culturas, lo que, recuerda, dio pie a un encendido intercambio sobre el carnaval.
Al ver una colorida muñeca cubana, una alumna que estudia en Brasil la asoció a su típica fiesta y, como algunos uruguayos comentaron que el carnaval es también identitario para su cultura, la estudiante dijo que este «copia» al brasileño.
«Entonces ¿qué tanta cultura que nos identifica es realmente nuestra, qué tanta es traída de otros países y qué tanta es simplemente la reconstrucción de culturas milenarias a las que nos vamos identificando en diferentes países?», concluye Ubal, abriendo así nuevas reflexiones. (EFE)