Mirar el clima de otra manera

Foto: S. Olivera.

Por Gabriel Gabbiani

La periodista le preguntó a Graciela Loarche, Profesora Adjunta del Instituto de Psicología de la Salud: “¿Se sale de estas situaciones?”.La profesional respondió: “Sí, se sale”. Y agregó de inmediato: “Pero si estuviéramos preparados, se saldría más rápido”.

La entrevista aludía al tornado que el viernes 15 de abril se había abatido sobre la ciudad de Dolores, en principio, y a las copiosas lluvias que se habían desencadenado en los días siguientes sobre gran parte del territorio nacional,  destruyendo hogares, comercios, espacios públicos, rutas, puentes, caminos rurales, y parte del sistema de alumbrado, entre otras muchas cosas, y ocasionando dolorosas pérdidas humanas y cuantiosos perjuicios económicos.

Con la psicóloga coincidieron sus colegas, y además meteorólogos, médicos, ingenieros, arquitectos y expertos medioambientalistas que, desde hace tiempo, vienen alertando acerca de la necesidad de estar preparados para enfrentar estas anomalías climáticas que serán cada vez más recurrentes.Todo están de acuerdo en que los fenómenos que se han abatido sobre el territorio nacional en las últimas dos décadas -principal, pero no exclusivamente- van a continuar haciéndose presentes.

Lluvias como las caídas en los últimos días pueden repetirse a corto plazo, aunque ello dependerá de la distribución de los sistemas de presión, explican.No puede negarse la realidad del cambio climático y la recurrencia de sus impactos, que provocan episodios de lluvias, pulsos de frio y calor, e inestabilidades de los fenómenos dinámicos atmosféricos. Lo que ocurre es consecuencia de esos desequilibrios, y conceptos como “flujo de humedad atmosférica”, “sistema anticiclónico”, “sistema estacionario” y demás, deberán comenzar a ser parte habitual de nuestro vocabulario.

El año 2015 fue el de mayor temperatura del cual se tiene registro, con un incremento de la temperatura tan desmesurado, que llegaron a descongelarse partes del Polo Norte. Pero las predicciones meteorológicas advierten que el panorama para 2016 es aún más desmoralizador, en especial para la primera mitad del año, ya que el fenómeno de El Niño (aumento de la temperatura del agua superficial en el Océano Pacífico Sur), agravado por los efectos del cambio climático, acrecentarán la anarquía meteorológica. Y para el segundo semestre previenen que, si llega La Niña (enfriamiento brusco y a mayor escala de la temperatura del Océano Pacífico Sur), el planeta deberá enfrentar el doble del número habitual de tornados y huracanes pero, además, con efectos mucho más potentes y devastadores.

Como decían los múltiples entrevistados, estas situaciones se enfrentarían mejor si estuviéramos preparados.

Pero no lo estamos.

A prepararnos

Y sin lugar a dudas que, a la vista de los acontecimientos, ya es hora de estar alertas, organizados y alistados para afrontar las perturbaciones climáticas y los fenómenos meteorológicos ligados a ellas, en especial en las zonas de riesgo.

Ese fue el norte que nos movilizó cuando en marzo de 2014 presentamos en la Junta Departamental de Colonia un Proyecto de Decreto de Creación de Centros Departamentales de Evacuación (CDE) para seis localidades del departamento (Nueva Palmira, Carmelo, Conchillas, Colonia del Sacramento, Juan Lacaze y Rosario, aunque entendemos necesario que a ellas ahora debería sumarse Nueva Helvecia), que la Junta aprobó por unanimidad con el respaldo de los tres partidos políticos representados y que, el 25 de julio de ese mismo año, tras un tratamiento relámpago, fue remitido al entonces intendente Walter Zimmer para su instrumentación.Lamentablemente, el Ejecutivo Comunal no lo cristalizó.Apuntábamos a la construcción de instalaciones permanentes -no circunstanciales- en edificios específicamente acondicionados para brindar alojamiento a las personas afectadas por una situación de emergencia o desastre durante el tiempo necesario, y establecíamos las características, las prestaciones y el funcionamiento de las mismas.Señalábamos en nuestra Exposición de Motivos que la simple observación mostraba que el clima global está cambiando, y ya no existen mayores dudas de que la actividad humana y la emisión de gases influyen decisivamente en ese proceso. La temperatura asciende, los océanos se calientan, los glaciares se derriten, los incendios sin control aumentan, el nivel del mar avanza, las costas se erosionan, los vientos soplan inesperadamente, las tormentas se presentan sorpresivamente, el granizo cae imprevistamente y los temporales se desatan con una furia incontrolable.

Desde fines del siglo pasado, en Uruguay las precipitaciones aumentaron un 2%, la temperatura casi un grado y el mar ha subido 11 centímetros. Entre los años 1992 y 2004 el lugar de océano abierto que más creció en todas las Américas fue justamente frente al Río de la Plata. Consecuentemente, cada temporal el agua se introduce más en tierra firme repercutiendo directamente sobre la obra civil, con el consecuente daño en calles y edificios. La suba del nivel del mar es el principal obstáculo que debe enfrentar nuestro país, y debido al calentamiento climático, se estima que el aumento en el nivel del mar será de entre 2 y 10 centímetros por década (hasta ahora era sólo entre 1 y 2 centímetros).

El cambio climático y su impacto en el departamento de Colonia, con especial énfasis en las localidades costeras, como consecuencia de las crecientes del Río de la Plata, del Río Uruguay y de los afluentes de ambos, reclaman de manera urgente la implementación de acciones preventivas con vistas a reducir el impacto de dicho fenómeno en la población.

Las inundaciones en Juan Lacaze, Colonia del Sacramento, Conchillas, Carmelo y Nueva Palmira, del lado uruguayo, y Tigre y San Fernando del lado argentino (la vulnerabilidad mayor en el Río de la Plata está del lado argentino) implica hablar de pérdidas totales, de casas cubiertas por el agua en horas o minutos, de hogares hundidos o derruidos, de familias enteras que pierden sus muebles, su ropa, sus pertenencias, y que generan un grave problema social originándole al país pérdidas millonarias.

Un cambio de mentalidad

 

Los vecinos identifican, como el principal problema, la falta de respuesta de las autoridades a los problemas de inundación, de erosión costera y de desagües pluviales. Y efectivamente es así, ya que en la actualidad, dichas autoridades -entre ellas representantes del MIDES, el MSP, el Ejército Nacional, la Policía, los Bomberos, la Prefectura Nacional Naval y las Intendencias, nucleadas en los Comités Departamentales de Emergencias- intervienen ya producidos los acontecimientos por temporales, inundaciones o fuertes lluvias, y no a título preventivo.

Las autoridades no se han abocado a la elaboración de un programa que evalúe, sin miedo, la pertinencia de abocarse al reasentamiento de hogares -minimizando el desplazamiento de la población- en zonas distantes de aquellas que pudieran correr riesgos de anegaciones. Tampoco se han desarrollado medidas para proteger o reducir los riesgos de inundación. Por ejemplo, no se implementaron “medidas no estructurales” tales como clasificación de riesgos, el análisis de las inundaciones, las formas de adaptación al riesgo, el control del uso de los terrenos inundables a través de una zonificación, reglamentos para su uso, ni ordenanzas de construcción ni sanitarias. Tampoco se implementaron “medidas estructurales” tales como las defensas ribereñas, depresiones para desbordamiento, cauces de alivio u obras especiales de drenaje acordes con el caudal del agua.

Hoy, ni siquiera se realizan tareas preventivas tales como el mantenimiento y limpieza de cunetas, alcantarillado y desagües, para evitar que se obstruyan.

Esas son tareas preparatorias, que deben necesariamente realizarse para prever el flujo y el desagüe del agua.

Pero es innegable, además, lo beneficioso que sería para cada localidad contar con un Comité de Emergencia Local que coordine in situ la participación de los distintos actores de manera tal que los vecinos conozcan con certeza hacia dónde deben dirigirse, para que no surjan inconvenientes como los que frecuentemente tienen lugar, desconociéndose la mayoría de las veces hacia dónde dirigirse en busca de refugio o para solicitar ayuda. Y dichos lugares, indefectiblemente, no son sitios específicos para ello, sino clubes sociales y deportivos, instituciones religiosas y hasta los propios Campus Municipales, cuyos cometidos son muy diferentes a oficiar de refugios temporarios.

De ahí, nuestra propuesta.

Cimentar un grupo humano preocupado y ocupado por dar respuesta oportuna a las consecuencias de imprevisión y falta de interés que eventualmente pudieran tener lugar, y que pudiera controlar los mecanismos de monitoreo de catástrofes que rápidamente puedan poner en marcha el protocolo de intervención previsto para estas contingencias, aparece ya no como necesario, sino como imprescindible.

De lo contrario, seguiremos como hasta ahora, trasladando a la gente de sus casas cuando ya el agua y el viento haya afectado su estructura, y hayan perdido su ropa, muebles y electrodomésticos, y viendo como retornan a lo que queda de sus hogares una vez superada la tormenta. Para volver a hacer lo mismo la próxima vez, y permitiendo con nuestra apatía que se pierdan dinero, recursos, salud y hasta vidas.

Llegó el momento de hacer algo distinto, planificado y serio.

Ya es hora.

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