Por Concepción M. Moreno
Desde el aplomo de sus casi 70 años y con la paz que le da el hibisco del jardín que tanto echó en falta en la montaña, Roberto Canessa, uno de los supervivientes de la tragedia de los Andes, ocurrida hace 50 años, relata sereno que sus amigos fallecidos les «trasplantaron la vida».
Aquel accidente de avión ocurrido el 13 de octubre de 1972 cuando un equipo de rugby uruguayo viajaba a Chile y se estrelló en los Andes pasó a la historia por la muerte de la mayoría de sus 45 pasajeros, por lo épico de que 16 de ellos fueran encontrados vivos 72 días después y por las condiciones infrahumanas que afrontaron, incluido el consumo de la carne de los fallecidos para subsistir.
«Nosotros no hicimos nada para arrepentirnos de llevar a nuestros amigos en el cuerpo y en el alma, que es el honor que yo hubiera sentido si me hubiera muerto y me hubieran usado para vivir», dice Canessa desde Uruguay en una entrevista por videollamada con corresponsales de medios extranjeros en Argentina, entre ellos EFE.
El médico especializado en cirugía pediátrica, dice que se siente «un privilegiado» por estar vivo, señala que él y sus compañeros fueron «unos adelantados» entonces, «porque no existían trasplantes cardíacos, ni de riñón, ni de hígado, ni de nada» y alimentarse de los restos de los demás pasajeros les permitió salir adelante.
«Siento que ellos nos trasplantaron la vida», medita con calma.
EL EXPERIMENTO HUMANO
En el libro «La sociedad de la nieve» (Penguin, 2007), que inspiró al director Juan Antonio Bayona para su próxima película con motivo del cincuentenario del accidente, Canessa compara lo vivido con el experimento de «algún científico loco y maldito» que, en lugar de cobayas, hubiera usado a humanos.
A este respecto, opina que, medio siglo después, «el experimento humano cada vez tiene más fuerza, los sentimientos se van cicatrizando y las penas no tienen la misma fuerza que tenían en aquel momento» y que, en su caso, eso le permite «blindarse».
«Mirá, esto es lo que hice en la montaña, no sé si está bien o está mal. Estos son los hechos, no tenés que poner nada subjetivo, solo contar cómo se sucedieron los acontecimientos», detalla.
En aquel «experimento humano», del que no se cansa de hablar en entrevistas y en charlas motivacionales que, como varios de sus compañeros, ha impartido por el mundo, la solidaridad de aquella «sociedad de la nieve», como se autodenominaron, sobresale en medio del dolor, el agotamiento y la desesperanza.
«Creo que fue una buena mezcla y un buen testimonio de cómo en momentos terribles te pueden catapultar y plasmar para lo que es ser resiliente en la adversidad, fracasar en el intento y no entregarse antes de intentarlo», explica.
¿ELEGIDOS?
Canessa y Fernando Parrado fueron los dos exploradores que caminaron en busca de ayuda durante varios días hasta toparse con un arriero chileno, Sergio Catalán, que dio el aviso al mundo de que aquellos uruguayos accidentados en la montaña no estaban muertos.
Cuando se le consulta quién los eligió, el médico sonríe y recuerda que esas son cosas «de los ejecutivos de la sociedad del llano», pero que allá arriba se resolvió por el estado físico: ‘Nando’ era el «candidato firme» por su «determinación» y él se unió tras escuchar a su compañero Arturo Nogueira anhelando «piernas sanas» para «caminar» y no sentirse «un parásito».
«Eso me dio una inyección de heroísmo y esperanza, en vez de morirnos en el fuselaje, que ya nos estábamos destruyendo, me da esa oportunidad de morir caminando con la posibilidad de llegar», explica.
Tras toparse con el arriero, este les ofreció volver al día siguiente en lo que, para Canessa, «fue el ‘mañana’ más maravilloso» de su vida.
«QUE NO SE TE CAIGA EL AVIÓN»
Solidario hasta el extremo en su vida cotidiana, el doctor comenta que «a veces perseguimos cosas materiales que no te dan la felicidad» y resume así su vivencia: «Que no se te caiga el avión para darte cuenta lo bien que estabas».
Con ese sentimiento, recuerda que lo que más extrañó aquellos 72 días fue «la ausencia de vida, porque en esos lugares es todo nieve, hielo, no hay moscas, no hay nada».
Los supervivientes de aquel accidente se reunirán como cada diciembre desde 1973 para recordar la fecha en que fueron rescatados y regresaron a la vida que, como dice Canessa, les «trasplantaron» sus amigos. (EFE)