Por Elio García
Lugar Común la Muerte es un libro excepcional de Tomas Eloy Martínez en donde a través de quince historias habla sobre la muerte y los días finales de personas tan distintas como Felisberto Hernández o Perón.
Martínez menciona que un hombre puede morir indefinidamente y que la muerte es una sucesión, no un fin. No hay cuerpo ni muerte y que las rebeliones contra ellos siempre son estériles, porque en la eternidad la muerte es un principio a veces y otras veces un fin.
Hay muertes intolerables que luego son aceptadas con indiferencia y hasta con olvido. La muerte dice Tomas Eloy es un privilegio individual, una especie de salvación de una mala vida por ejemplo.
«Siempre creí que, entre las vanas distracciones del individuo, ninguna es tan torpe como el afán de propiedad. Somos de las pasiones, no ellas de nosotros. ¿En nombre de qué fatuidad, entonces, pretendemos ser los dueños de una cosa?», la muerte es entonces esa oportunidad, ese desprendimiento en donde definitivamente ese lugar común, la sepultura, ni siquiera nos pertenece.
En el libro aparece un escrito de Borges sobre Macedonio Fernández y su muerte que por si sola al leerla nos invita a reflexionar sobre el final de todas las cosas en un día como hoy, 2 de noviembre:
«Pienso que debió aguardar la muerte con curiosidad e impaciencia. Puesto que creía en la inmortalidad de alma, morir era para Macedonio un hecho fortuito, tal vez secundario, y nunca se explicó por qué la gente concedía tanta importancia a la muerte física. Vivió sin distraerse de las circunstancias que habitualmente distraen a los hombres y hasta es posible que, aún en la vida, conociera alguna de las muchas formas que tiene la eternidad.»
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