Por Óscar Maya Belchí El halcón es el ave nacional de Catar. Llevan más de 5.000 años cazando con ellos. Forman parte esencial de su cultura, son orgullo del legado familiar y objeto de un negocio millonario. Con estas premisas, parecía el entorno idílico para que Fede Valverde, quien pasó de ser apodado ‘pajarito’ a ‘halcón’, como su propio seleccionador catalogó, desplegara sus alas, pero no fue así. “Fue el entrenador. Bromeábamos mucho con eso y después lo alimentaron los compañeros en el vestuario”, explicó el centrocampista el pasado mes de marzo. Lejos de la libertad que le da Carlo Ancelotti en el Real Madrid y de la que se apoderó Matías Vecino en Uruguay; llegando a hacer doble punta con Luis Suárez en la presión. Por momentos en el inicio de la jugada, recordando sus inicios en el Real Madrid Castilla con un Santiago Solari que ante la falta de opciones decidió colocarle ahí. Y no es su hábitat natural. El halcón necesita espacio para volar; para hacer valer su físico y sacar a relucir el instinto asesino. En el caso de Fede, el que le ha llevado a sumar ya ocho goles en el Real Madrid en solo 20 encuentros, la cifra goleadora más alta de su carrera profesional. Y eso que el esquema de Uruguay, en la teoría, parecía facilitar que diera rienda suelta a sus virtudes. Alejado de la banda derecha que se apoderó en el Real Madrid -12 de los 20 partidos los disputó en dicha demarcación- y con galones para ser el referente de una selección sudamericana que se creía aspirante a todo. Sin embargo, no pudo dejar su sello. Su ímpetu le llevó a generar una ocasión casi de la nada rompiendo al espacio y pegándole de primeras haciendo un escorzó, pero se le fue arriba. La desesperación se apoderó de Fede. Fiel reflejo fue un disparo de primeras desde fuera del área en el minuto 68 tras el que él mismo se resignó, y que acabó en el costado derecho. Y es que a Valverde se le están resistiendo las grandes competiciones con Uruguay. Nueve partidos entre dos Copas Américas sin goles ni asistencias. Y en su estreno en un Mundial, siendo el estandarte absoluto de la nueva generación y a la vez piedra angular de los últimos coletazos de la que llegó a semifinales en Sudáfrica 2010, se marchó del césped del estadio Ciudad de la Educación sin ver puerta. Eso sí, lo rozó. En uno de esos disparos lejanos, de la nada, que tanta vida han dado al Real Madrid esta temporada, estuvo la victoria de Uruguay; pero el balón se estrelló en la misma escuadra y se fue fuera. De vació en su contador de goles y también en sus piernas, ya que en esta acción en el minuto 88 tuvo que estirar los gemelos con claros gestos de cansancio. (EFE)