Por Elio García
Se vinieron peleando desde la lancha e hicieron los trámites migratorios discutiendo y cayéndose documentos, papeles y permisos. Cuando el señor que inspecciona las maletas, metió la mano, ella miró hacia el techo en gesto de fastidio.
Luego de todo aquel asunto, se fueron a la zona del camping, lo hicieron a pie, casi sin hablarse de a ratos y en otras oportunidades con algún grito. Armaron la carpa sin mirarse y el pibe dijo -mierda, otra vez.
Le faltaba una pieza para sostener el techo, buscó entre las ramas y armó una sin mucha pericia. Por la noche la carpa permaneció cerrada.
Al otro día los fui a despertar porque querían pasear por un lugar que habían escuchado. Iban casi en silencio y yo no tenía ganas de hacer de guía turístico. No es mi función decir que en aquella cañada pasaron 33 orientales gritando ¡viva la patria! o cosas por el estilo.
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