Por Àlex Gutiérrez Páez
Miles de relojes han resucitado gracias a las manos y la experiencia del emblemático relojero uruguayo Dardo Sánchez, que con tan solo 13 años descubrió su pasión por los engranajes, las agujas y la satisfacción de devolver el ritmo del tic-tac a estos artilugios, especialmente a los grandes relojes que muy pocos se atreven a reparar.
Ahora, ya con 79 años, puede decir que ha dado cuerda a algunos de los relojes más importantes de todo Uruguay, como los de la Catedral y del Mercado del Puerto de Montevideo y el de la antigua embajada argentina.
«Mi ambición era ser mecánico, pero tuve que elegir entre relojería o carpintería, y elegí relojería grande, que era lo que más se asemejaba a la mecánica», cuenta en una entrevista a EFE Dardo Sánchez, encarando sus últimos días como relojero ante la falta de presupuesto de sus antiguos clientes y la irrupción de la electrónica en el sector.
APUNTAR ALTO PARA LLEGAR LEJOS
Una vez apostó por el mundo de la relojería, comenzó a estudiar en la escuela industrial y buscó a los mejores reparadores de relojes para alcanzar la excelencia.
«Tuve varios maestros y de todos ellos capté algo, aunque hubo uno -un tal Axel- que era un monstruo, un Maradona en lo suyo», recuerda Sánchez, que gracias a la influencia de su ‘Diego’ particular pronto empezó a curiosear con la relojería grande.
«No me gustaba la idea de ser un relojero común, quería hacer algo mayor», afirma el histórico relojero, que cree que arreglar estas piezas tan grandes fue lo que lo llevó hacia la cúspide de la relojería.
En ese momento, ya nadie quería arriesgar su vida subiendo por superficies altas y colgándose de una cuerda, pero dentro de esa complejidad Sánchez encontró la motivación por diferenciarse del resto de relojeros e implantar una marca propia.
Gracias a la fama que le dio ser de los pocos que reparaban grandes relojes en Uruguay, en 1994 le surgió la oportunidad de encargarse del mantenimiento del reloj que corona el Mercado del Puerto de Montevideo, ahora detenido ante la falta de presupuesto.
«Hubo que desmontarlo de la torre, llevarlo al taller, formar una torre en mi casa para ubicar el reloj y hacerlo caminar y, después de unos meses, se trajo y se colocó ya en marcha», detalla Sánchez.
Fue en ese momento cuando las agujas del histórico reloj volvieron a marcar la hora y empezaron a sonar las campanas, lo que provocó un sonado aplauso general en el mercado que el relojero recordará toda la vida.
«Me emocionó mucho porque fue un enorme reconocimiento a mi labor», asegura el experto en relojes, que eliminó la palabra «imposible» en su diccionario.
Otra de esas anécdotas que dieron sentido a su profesión fue cuando, junto con su amigo tornero Heber Galván repararon el reloj de la Casa Artigas, que llevaba 80 años sin caminar.
«Una mujer muy mayor se nos acercó y nos dijo que, cuando era pequeña, su madre y ella desayunaban cuando sonaba ese reloj, y que desde que lo reparamos ella retomó esa vieja tradición», explica con orgullo Sánchez.
Aunque haya vivido momentos muy dulces gracias a su oficio, los relojes también son culpables de que, durante una de sus muchas reparaciones, Sánchez perdiera la mitad de su pulgar izquierdo.
«Es el dedo que más vale y yo lo perdí», se lamenta el relojero, que además se quedó sin cobrar ese mantenimiento porque la compañía que le hizo el encargo se echó atrás una vez ya había terminado.
MINUTOS FINALES
Ahora ya hace unos tres años que Dardo Sánchez aflojó el volumen de trabajo porque, en la mayoría de casos, su servicio se paga mal, aunque confiesa que le quedaron pendientes relojes como el de la antigua tienda London Paris y el de la estación de ferrocarril.
«Los relojeros mecánicos desaparecerán por el aspecto monetario y, además, apareció la electrónica», se resigna el relojero, que ha tenido que decir que no a algunas reparaciones por estos motivos.
Antes de volver a su barrio del Cerro natal, deja entrever que este cambio de paradigma va a marcar el fin de sus días devolviendo la hora a relojes míticos: «No estoy en la electrónica, ¿qué querés que te diga? Estoy fuera de eso».
EFE