Por Elio García
Para la semana que viene anuncian la inauguración de Avenida Grito de Asencio, es una obra significativa que se ha detenido a pensar no solo en el barrio, sino también en el transeúnte, en el ciclista, en el concepto de arteria como espacio para redondear la idea cultural arraigada de «la vueltita por la playa».
Es una obra que me gusta mucho y seguramente habrá posibilidades de mejorarla, a partir del uso que le vayamos dando.
Avenida Grito de Asencio encierra ese nuevo enfoque de percibir la ingeniería de una ciudad a través de la movilidad, que no la dan los estudios previos, sino la realidad cotidiana del simple vecino.
Todas estas obras tienen continuidad si la comunidad las acepta. Hace unos días iba transitando en la clásica vuelta del domingo y vi algo que me puso muy contento y me hizo reflexionar e ilusionar.
Vi a un vecino con un pequeño balde, llevando agua a unas plantaciones realizadas entre la nueva vereda y la calle. Fue algo cotidiano, pero dentro de ese gesto natural dice mucho.
Es una señal que al menos algunos vecinos comienzan a apropiarse del espacio público, lo sienten como propio, no como algo ajeno. Y los mejores guardianes no son las modernas cámaras de seguridad, sino los mismos vecinos que en sus diarias tareas y en su vida cotidiana cuidan su lugar en el mundo.
No se quien era ese vecino que vi en esa acción tan natural y tan de buen ciudadano, pero me permitió darme cuenta que mucha gente no es individualista, piensa en plural, al menos allí en el Barrio Lomas y Centenario, donde vi lo que me hizo emocionar.
Un buen vecino pensando en nosotros.
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