La gran sequía de 1829 a 1832.

Fotos Caras y Caretas,

Por Gonzalo Parodi
Importantes sequías en el Rio de la Plata. En especial la de 1832, dejó en las crónicas de época relatos dantescos en las crónicas de la otra orilla, cuyo original fue publicado por Caras y Caretas. La seca duró 3 años. La gente moría por la falta de agua en sus pozos. Los animales de corral emigraban por los cauces de los arroyos transformados en caminos, en un montón con ñandúes, mulitas…
“Desde fines de 1829 y hasta principios de 1832, una intensa sequía azotó la provincia de Buenos Aires, y fue seguida por violentos ataques indígenas. Alrededor de 1.500.000 de cabezas de ganado perecieron. Llovió tan pocas veces que los ríos y arroyos se transformaron en rutas. La plantas de todas las especies, hasta los cardos, desaparecieron. Toda la región se convirtió en un inmenso desierto. Los caballos y bueyes errando por los campos en busca de un poco de agua se dejaban caer exhaustos. Por sus barrancas se precipitaban los vivos sobre los muertos y aplastados que habían llegado primero. Para ese entonces (1830) Uruguay tenía una baja densidad demográfica, se calcula que la población era cercana a 74.000 habitantes (14.000 en Montevideo y el resto en el interior), con un promedio de un habitante cada 2.5 Km.
Así lo vio Charles Darwin: Durante ese tiempo fue tan escasa la lluvia caída, que no creció ninguna planta, ni siquiera cardos; los arroyos se secaron, y todo el país tomó el aspecto de un polvoriento camino carretero. Así ocurrió especialmente en la parte septentrional de la provincia de Buenos Aires y meridional de Santa Fe. Pereció un gran número de aves, animales silvestres, ganado vacuno y caballar por falta de alimento y agua. Un hombre me dijo que los ciervos solían meterse en su corral a buscar la poza que se vio obligado a cavar para proveer de agua a su familia y que las perdices apenas tenían fuerza para huir volando cuando se las perseguía. El cálculo más bajo supone que se perdieron sólo en la provincia de Buenos Aires un millón de cabezas.”
Un testigo de vista me refirió que el ganado vacuno, en rebaños de millares, se precipitó en el Paraná, y, exhausto por el hambre como estaba, no pudo encaramarse a los bancos de cieno, y así, pereció ahogado. El brazo del río que corre junto a San Pedro estaba tan lleno de cadáveres en putrefacción, que, según me dijo el patrón de un barco, el hedor le hacía de todo punto infranqueable. Indudablemente, varios cientos de miles de animales perecieron así en el río; viéronse sus cuerpos ya podridos flotar arrastrados por la corriente, y muchos, según todas las probabilidades, quedaron sepultados en el estuario del Plata.”
“Después de la sequía de 1827 a 1832 siguió una época de lluvias copiosísimas, que causaron inundaciones. Según el observatorio bajo el mando del tal Mossotti que funcionó en el convento de Santo Domingo, en Belgrano y Defensa, los registros anuales en el Río de la Plata de lluvia son: 1830: 563 mm, 1831: 428 mm.
Todo había muerto, todo, y lo que existía había desaparecido, huido.
Los pozos de balde estaban llenos, rebosantes, de polvo, y las casas de las estancias, si se encontraban, yacían, juntamente con los corrales y palenques, tapados por la tierra reseca, desmenuzada, sirviendo de baluarte a sus torbellinos y trombas. Allí habían ido a parar, detenidas, en su furia, para morir, porque todo, todo, no tenía sino este fin: morir.
Desde la orilla del Plata y el Atlántico, hasta más allá del Uruguay y el Paraná, y desde extramuros a los boquetes andinos, no se divisaba, en la maravillosa campiña, más que cadáveres de millones de animales de todas razas y aún de hombres (sic) (Arturo Reynal O´Connor 1864-1920)
Fuente: topógrafo francés Narciso Parchappe Integra la expedición fundadora del fuerte 25 de Mayo actual partido de 25 de Mayo; médico francés F. Armaignac. Diario El País, Alberto Moroy.
Seguramente en aquel incipiente pueblo de El Carmelo y la región se vivió semejante situación. No he encontrado registro alguno al respecto. Sí podemos saber por diarios de la época de tres bajantes extremas del arroyo de Las Vacas hasta quedar seco su cauce: 1901, 1902 y 1934 (hay registro fotográfico).
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