Por Gualo González
Me han llamado y me han contado todo. Entonces voy a la otra vereda y pregunto. Seguro si lo publico van a hablar mal de mi.
No importa la verdad, que siempre es cuestionada, pero desacreditar es el camino más sencillo para generar una legión de adulones.
Me gusta la revista colombiana «el malpensante», su slogan es exacto dice: «Hablamos bien, pensamos mal».
Para ello uno debe meterse en el barro. Ver muchas veces la miseria y la mentira. Soportar el dolor hasta lo imposible. Tener tiempo, razonar, llamar, volver a llamar. Pensar. Escribir. Recibir los insultos.
Entonces escribir no es un trámite rutinario. A veces uno le cambia la cara a la oscuridad y a la ignorancia.
Usted escribe. Mire muy bien lo que no se ve. Allí hay un grupo de personas que parecen diferentes y son todas iguales. Allá hay una persona que va por lo más viejo del mundo, hacer negocios y sacar ventajas para sus intereses.
En medio de todo ese barullo hay palabras y entonces lo desnudas.
Y muchas veces se ponen otros trajes, o incluso algunos los ayudan a vestirse con nuevas ropas.
Una vez le preguntaron ¿qué pasa en Carmelo? y la respuesta fue inmediata.
Las cosas pasan y quedan allí sin culminación. Son preguntas eternas. No terminamos en definirnos y la sospecha hace su juego.
Toda cosa pública o privada es sospechosa. Llegar a lo alto es un rumor de dudas.
Y mientras tanto seguimos estacionados allí en la playa mirando pasar todas las historias posibles transformadas en verdades, en mentiras o en esa pregunta que nos carcome «¿cómo hacen?»
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