Por Javier Castro Bugarín
Son las 20.00 horas y la oscuridad del océano es abrumadora. El horizonte se extiende como un manto sombrío justo hasta los límites de la zona económica exclusiva de Argentina, a 200 millas náuticas de la costa, en donde cientos de luces componen el retrato de una ciudad en medio de la nada.
Captada desde las ventanillas del Boeing 787 del actor y filántropo argentino Enrique Piñeyro, esta imagen revela por sí sola la «depredación» del Mar Argentino por parte de buques pesqueros internacionales, la mayoría de origen asiático, que provocan enormes daños ecológicos y pérdidas de puestos de trabajo.
No es un problema nuevo: el cineasta, médico y piloto, de 66 años, lleva más de cuatro décadas viendo cómo estos barcos faenan en aguas de la Patagonia en busca de calamares, merluzas y langostinos, que luego venden en otros puertos sin rendir cuentas a las autoridades argentinas, cometiendo infinidad de irregularidades por el camino.
«Este vuelo debería hacerse todos los días, porque la integridad de nuestras fronteras es algo que hay que patrullar y vigilar (…). Contener esto se está transformando en una tarea muy difícil y la verdad es que no se están asignando medios ni gente entrenada para hacerlo. La poca que hay no alcanza», se lamenta Piñeyro nada más concluir la travesía.
UNA CONSTELACIÓN DE BARCOS
Con el objetivo de visibilizar esta realidad, Piñeyro invita a un nutrido grupo de periodistas y embajadores extranjeros, entre ellos los de Estados Unidos y la Unión Europea (UE), para embarcarse en un vuelo de casi cinco horas que sobrevuela la frontera invisible entre la zona económica exclusiva de Argentina y las aguas internacionales.
En un primer momento, la perplejidad embarga a la mayoría de los asistentes, ya que apenas se divisan tres o cuatro pesqueros juntos, pero tras dos horas de recorrido todo cambia: una constelación de barcos ilumina de repente el Mar Argentino, transformando su paisaje en una suerte de metrópoli acuática.
«Este vuelo estaba anticipado. Ayer, la flota estaba súper concentrada frente a Comodoro Rivadavia (sur de Argentina) y empezó a estirarse en una línea hacia el norte; en realidad, lo único que lograron fue cubrir más área», expone el actor, conocido por dedicar su Boeing 787 a tareas humanitarias, como el traslado de material sanitario para combatir el coronavirus o el monitoreo de la situación de los refugiados en el Mediterráneo.
Durante el trayecto, la aeronave es contactada por el ARA «Storni», un buque patrullero de la Armada argentina. Piñeyro aprovecha la ocasión para informar acerca de la presencia de buques sin licencia dentro de la zona económica exclusiva, pero el patrullero lo niega, según cuenta posteriormente el cineasta.
«Nos contestó que no, que eran todos pesqueros con licencia. Nosotros tenemos conexión a internet en el avión, con lo cual podemos ver en tiempo real todas las aplicaciones de monitoreo de embarcaciones que tienen el AIS (sistema de identificación automática) prendido. Había muchas embarcaciones sin AIS prendido», asevera.
De hecho, la famosa «milla 200» de Argentina constituye «la zona de mayor apagado de AIS del mundo»: «Literalmente, nos llevó treinta minutos cruzar la flota de un lado a otro», apunta el activista, que en su anterior vuelo de avistamiento contabilizó 174 embarcaciones identificadas sobre un total de 517.
«PROBLEMA DE LA HUMANIDAD»
Entre 1986 y 2020, Argentina capturó 80 buques que operaban ilegalmente dentro de sus fronteras, procedentes principalmente de Corea del Sur, China y Taiwán, según datos de la Prefectura Naval; pero Piñeyro insiste en la escasez de logística y de voluntad política a la hora de combatir este problema.
Un problema motivado, en gran parte, por la ausencia de una «autoridad de aplicación» de los tratados marítimos, lo que acaba convirtiendo las aguas internacionales en una «alfombra bajo la cual se barre todo, porque hay trabajo esclavo y trabajo infantil» en este tipo de buques, subraya Piñeyro.
«Eso también tiene que terminar, porque en aviación no existen las aerovías internacionales sin control, tenemos siempre que decir lo que vamos a hacer y dónde estamos. Esa misma filosofía tranquilamente se puede aplicar sobre los mares y las aguas internacionales, porque allí uno hace lo que quiere con su embarcación», puntualiza.
Para el piloto, la «depredación» de los océanos no solo impacta en términos ambientales, sino que también causa pérdidas de trabajo en países en vías de desarrollo, como Senegal o Mauritania, lo que provoca todavía mayores flujos migratorios.
«Esta depredación de fuentes laborales, sea por países asiáticos o europeos, sigue infringiendo en África un problema tremendo que genera esta migración marítima (de la) que después nadie se hace cargo», destaca Piñeyro, para sentenciar que «la pesca indiscriminada es un problema de la humanidad».
EFE
(Derechos Reservados. Prohibida su Reproducción)
Comentarios