Por Elio García
Carmelo se transformó a través de los años en una ciudad para andarla en moto, auto o bicicleta. Nos trasladamos mayoritariamente en vehículos, somos la ciudad del automóvil más que del peatón.
Lo tenemos muy incorporado y la medición imaginaria en el colectivo social de «lo lejos» abarca tal vez entre cinco y diez cuadras. Eso ya motiva a tomar la moto o el auto para trasladarnos.
En los informativos de las grandes ciudades se da siempre información meteorológica y muchas veces del tráfico. En Buenos Aires siempre y en Montevideo con cierta regularidad. Acá en Carmelo nuestras preocupaciones son más vinculadas a la falta de estacionamiento, que ya colapsó en el centro del casco urbano y en la movilidad social o cultural de paseos concretos, que se generan por costumbre, un ejemplo: la vuelta a la playa los domingos.
El diseño urbano privilegia aún al vehículo. La espacialidad comparativa entre veredas y calles es significativamente mayor en las últimas.
Hay lugares muy importantes que aún hoy no incluyen veredas, por ejemplo la conexión peatonal de Avenida Rodó, una obra que atendió al peatón en los papeles, pero no tiene continuidad de veredas cuando avanzamos hacia la playa. En la zona del ancla no hay veredas. En toda la franja costera de Playa Seré no hay un lugar peatonal. Hace algún tiempo se pensó en realizar un paseo peatonal costero de madera, como por ejemplo se ven en Punta del Este.
No estamos en contra del uso de los automóviles y motos, pero si de sostener «equilibrios» urbanos de construcción para tener la opción de poder transitarla a pie en forma segura.
En Carmelo y principalmente en los barrios se camina mucho por la calle, sencillamente porque no hay veredas. Nunca las hubo. También se realizaron obras que a pesar de contemplar las veredas, nunca se culminaron. Un ejemplo son los accesos norte. Lo que se «usa» como vereda es un separador entre la calle y un espacio verde para plantar árboles y luego vendría la vereda, que jamás se ejecutó.
Mucha gente utiliza los accesos norte para caminatas y un importante número de personas, no camina por el separador por su incomodidad, lo hace por la calle.
No es cierto que nunca se ha atendido al peatón, cuando se construyó el Liceo 2 de Carmelo, posteriormente se avanzó en la construcción de veredas.
Carmelo es una de las ciudades denominadas «de los 15 minutos», todo queda relativamente cercano. Sería importante tratar de hacer posible que las actividades urbanas cotidianas se hicieran a pie.
Si bien conseguir que la ciudad sea caminable es una tarea difícil y seguramente costosa el paso más difícil es conseguir que la sociedad sea consciente de los problemas que vivimos en la actualidad.
Rediseñar la ciudad y organizarla es abordar inercias y costumbres que muchas veces tocan intereses. Ya sabemos que no es una buena idea contemplar un solo aspecto para flechar una calle. Una sola variable, un solo motivo, no puede generar cambios que inciden en cientos y cientos de vecinos. Sencillamente porque parte de la ciudad si se fragmenta desde lo urbano debe ser para muchos.
Darle más espacio a los peatones ayudará a minimizar el colapso del tránsito vehicular, los ruidos molestos, con un impacto además en la salud de las personas.
Desde crear circuitos peatonales donde no existen, hasta ensanchar al menos una de las veredas en calle 19 de abril por ejemplo, darle prioridad y respuesta a un ingreso peatonal al costado de ruta 21 en el ingreso sur de la ciudad, unido de la construcción de veredas en la zona arbolada, serían algunas de las acciones interesantes para abordar, al menos en el debate y en los papeles.
Caminar la ciudad es una alternativa sana que mejorará incluso el caos del tránsito y esa sensación cotidiana de ruido molesto, sin recurrir a las multas, ni a la vigilancia como concepto de respuesta, sino a través de una nueva arquitectura urbana.
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