Por Elio García
El Municipio de Carmelo va camino a marcar un antes y después en la Plaza Saravia, modernizando ese espacio público y dotándolo de diversos insumos que mejorarán notablemente ese lugar. Se trata de una inversión de $5.400.000 pesos uruguayos que se viene desarrollando en diferentes etapas, una de ellas incluyó la compra de juegos, columnas, luminarias, pérgolas y árboles.
Al tratarse el tema en la pasada sesión el Concejal (s) Mario Guaraglia (FA) mencionó como primer inquietud pensar el día después de su inauguración y procurar incluir placeros y serenos para cuidarla de la posibilidad de estar ante un escenario inminente de posible vandalismo.
Y esta bien, es una buena iniciativa. Pero miremos también las cosas desde otros ángulos.
Vigilar y Castigar
Existe un camino más riguroso que es analizar la realidad, no solamente desde la vigilancia, sino desde lo social y fundamentalmente desde la concreción de políticas públicas locales que interpreten los problemas que enfrentamos como ciudadanos respecto al uso de los espacios públicos.
No solo con cámaras, guardia republicana, serenos y vigilantes vamos a dotar de seguridad nuestros espacios públicos, por dar ejemplos comunes que escuchamos en todos lados.
Hay problemas que en los últimos años han surgido y no son coyunturales, sino estructurales, como consecuencia de la desintegración social y disfunciones urbanas que lejos de atenuar los problemas, los acentúan.
El orgullo carmelitano
Vivimos en una comunidad que no dialoga, que carece de sentido de pertenencia, que discrimina y que convive desde una postura individualista.
Ese ciudadano que saca a cagar a su perro todos los días por cercanía y no se digna en juntar la mierda de su mascota, solucionando su problema y ensuciando las veredas de los barrios es un ejemplo similar al que tal vez más molesta y es el de las motos con escape libre.
¿Hay diferencias en esos dos casos tan extremos?. No las hay, se trata de gente que vive a partir de sus intereses.
Se trata de individuos que se autoabastecen y toman los trayectos más ventajosos. Multitudes de individuos en Carmelo y en cualquier ciudad del mundo que posan abiertamente como si estuvieran solas.
Enjambres de cuerpos que levantan sus motos en una sola rueda, libres de toda imposición, en sus mundos, escapando a sus propias finalidades.
Tu perro quiere cagar. Lo llevas a la calle. Caga. Se termina el problema de tu perro. Fin.
Soluciono el problema. ¿Pienso en los transeúntes, en la higiene social, en los espacios públicos limpios?. No, mucha gente piensa que ese no es su espacio y por tanto no es su responsabilidad y no se esconde, lo hace a cualquier hora del día, sin vergüenza.
Este diagnostico no es una genialidad de observatorio, lo vemos todos los días y lo naturalizamos tanto que andamos por la ciudad esquivando motos, perros, caballos y todo aquello que circula al borde o al límite de lo reglamentario.
Hay dos caminos, el «panóptico» de Foucault, esa idea de que para que una sociedad pueda funcionar de la manera correcta se hace imprescindible que la observación sea el eje central.
Y la otra, que es la instrumentación de políticas a largo plazo que tengan incidencia en la estructura social del barrio, gestionando los territorios junto a los vecinos.
Los mismos que hablan de vigilantes y serenos también tendrían que imaginar «cercanías ciudadanas», hay infinidad de estrategias simples e ideas a considerar.
Antes de pensar en poner cámaras, se podría llevar a los gurises de las escuelas de la zona para que vean la construcción de la plaza.
Realizar un concurso vecinal para que cada nuevo árbol lleve el nombre de un vecino del barrio.
Llevar actividades culturales a la plaza. Realizar concursos de fotografías. Crear en redes sociales una cuenta oficial de la plaza y subir fotografías familiares, vecinales. Planificar anualmente un calendario de actividades vinculadas al barrio.
Acercarse a quienes hoy realizan actividades que no son contempladas para hacerlas en ese lugar. Buscar y pensar sitios especiales para ellos o abordar su problemática preocupándonos.
Dialogar, escuchar, involucrarse, tener una planificación anual de actividades que respondan a las necesidades del barrio.
¿Cuesta mucho eso?
Una plaza no solo es un lugar reglamentado, es un lugar donde se dirime la cuestión social.
La alcaldesa, concejales en consecuencia no deben olvidar los riesgos de fragmentación y exclusión social y territorial que muchas veces incorporan las políticas urbanas y más cuando hay un vacío, cuando la proyección a largo plazo no existe, cuando no hay políticas.
Vivimos cambios acelerados muy complejos y los escenarios se encienden (ruta del vino) y se apagan (turismo náutico) en un abrir y cerrar de ojos.
Por eso es necesario hablar en temas de política territorial, evaluar con métodos, prácticas y rutinas y trazarnos objetivos que apunten a dinamizar nuestros espacios de convivencia ciudadana.
Cultura plazera
Tenemos que volver a pensar que no es una locura -por ejemplo- traer al Ballet del Sodre para una actuación popular y gratuita en Plaza Saravia.
Llenar los espacios públicos de sentido, de cultura y de excelencia. No es ningún disparate ni tampoco una idea nueva.
En Carmelo el Ballet del Sodre bailó en un escenario flotante en el Arroyo de las Vacas hace muchos años. La Filarmónica de Buenos Aires tocó en la esplanada del Hotel Casino Carmelo.
Insisto, no pensemos únicamente en cámaras y garrote, miremos las cosas desde otras sensibilidades.
Estamos en una encrucijada en donde no hay un sólo camino de salida, hay múltiples.
El pensamiento y la acción política deben estar conectados en la necesaria gestión de territorios y población.