Por Alejandro Prieto
Los versos en desperdigados papeles y el incondicional activismo de la poeta uruguaya que resistió en México una ocupación de 12 días y dejó atrás un entramado de misterios se funden en un documental que, según su director, Agustín Fernández, «hace carne el mito» de Alcira Soust.
«Yo soy la madre de la poesía mexicana. Yo conozco a todos los poetas y todos los poetas me conocen a mí»; así comienza el capítulo de Auxilio Lacouture, personaje que «sin saber muy bien por qué» llegó a México desde Uruguay, en la novela «Los detectives salvajes» del chileno Roberto Bolaño (1953-2003).
Tanto la descripción que Lacouture hace de sí misma, «figura alta, flaca, rubia, con algunas, demasiadas ya, arruguitas en la cara» como los episodios que narra dejan entrever, no obstante, que la mujer inmortalizada en esas páginas es la misma a la que el uruguayo Agustín Fernández conoció como su «tía Mima».
MIMA, UNA TÍA MÍTICA
«Alcira era ni más ni menos que un mito familiar, porque ella se va a México a principios de los 50 (del siglo XX), vuelve a fines de los 80 y perdemos contacto con ella unos años después», cuenta en una entrevista con EFE el fotógrafo, que, dice, comenzó a preguntar más sobre la historia de su tía abuela materna siendo adolescente.
Es que, recuerda, de niño le decían que la tía, a la que apodaban ‘Mima’, no estaba bien «porque en México estuvo mucho tiempo encerrada en un baño», episodio que, luego investigó, se dio en 1968, cuando para detener una masiva huelga el Ejército tomó el campus de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En 2008, ya adulto y consciente de que, por las obras de Bolaño, Soust era internacionalmente un «mito tallado en piedra» pero con huecos en su historia, Fernández, con el apoyo de una amiga, empezó a recolectar testimonios y documentos que dieran forma a un filme, ese que 15 años después acaba de estrenar en Uruguay.
«Lo que a mí me interesaba era romper un poco eso, hacer carne el mito y contar toda su historia, explicar a Alcira en todas sus distintas facetas», dice sobre el trabajo largo y colectivo detrás del documental «Alcira y el campo de espigas», que tuvo su preestreno en el último Festival de Málaga.
MALGRÉ TOUT
A pesar de que Soust nunca editó sus poemas, que regalaba a amigos y conocidos dentro de la UNAM, donde, sin un puesto fijo, colaboraba con los docentes de la Facultad de Filosofía y Letras, para su sobrino fue «fundamental» mostrarlos en la cinta, donde una actriz recita sus versos.
«Para mí no se pueden separar obra y persona, si es una obra de arte es una expresión sincera del artista y es lo que esa persona es, entonces incluir su poesía era incluirla a ella también», subraya.
En uno de los textos, la poeta describe acciones repitiendo la expresión francesa malgré tout (a pesar de todo) con frases como «Me levanto muy temprano (malgré tout)/hago ejercicios (malgré tout)».
Según Fernández es también así, a través de su obra o en voz de quienes la conocieron «de forma íntegra», que los realizadores decidieron contar los problemas de salud mental de la artista uruguaya, ya que se buscó que en la película estuvieran «todos sus claroscuros».
«Me parece que era una cuestión de responsabilidad social. Con todos los problemas de salud mental que hay en Uruguay no podíamos romantizar el personaje ni demonizarlo», valora quien dice haber recibido felicitaciones por ese tratamiento de un aspecto que, remarca, «le da más valor a su obra».
«Es más difícil todavía que te levantes con ganas de escribir poesía, de hacer un homenaje a León Felipe (…) cuando no tenés asegurado ni el techo ni la comida y eso hay que explicarlo, no es decisión propia, hay problemas ahí», asegura.
AL CAMPO DE ESPIGAS
Del ida y vuelta con los entrevistados, a los que en su mayoría contactó, revela que le impactó la emoción al responder. Salomé, la hermana de Roberto Bolaño, por ejemplo, dijo ‘sí’ pero postergó la entrevista hasta que, por insistencia, «se abrió».
«Se emocionó mucho hablando de Alcira cuando era alguien que no veía hacía 30 o 40 años, lo cual habla mucho de lo que era, de lo que le llegaba a sus amistades cercanas como para lograr esa emotividad a pesar del tiempo», cuenta.
Por otro lado, Fernández afirma que en su ópera prima, ante disyuntivas misteriosas sobre la historia, procuró conservar la ambigüedad de las versiones dispares y los «baches» que ni cartas ni entrevistas lograban explicar.
«Me parece que a un personaje misterioso hay que respetarle los misterios también y no contar todo así de una forma fría y absoluta sino, si hay cosas que no se saben cómo pasaron, que quede claro que no se saben y que cada cual interprete», expresa.
Es que quien cuidó del jardín de la UNAM, dio clases a niños en el campo uruguayo, ayudó al muralista Rufino Tamayo o escribió «si quieres oír mi voz/vamos al campo de espigas», dejó a su paso un sinfín de preguntas sin responder que quizás se esconda entre las espigas.
EFE