En la catedral de Mercedes, el próximo domingo 28 de mayo a las 19 horas, Solemnidad de Pentecostés, el Sr. Obispo Monseñor Carlos María Collazzi encabezará el homenaje y la acción de gracias con motivo de la reciente beatificación de Mons. Jacinto Vera y Durán.
En esta significativa celebración estarán presentes las reliquias del Beato Jacinto Vera que consisten en un trocito de hueso (ex ossibus) de sus restos mortales extraídos durante la exhumación de su tumba en la Catedral de Montevideo. Reliquias que podrán ser veneradas por los fieles, durante la celebración del próximo domingo 28 de mayo.
Las claves de la vida y obra del primer obispo del Uruguay
Jacinto Vera nació el 3 de julio de 1813, frente al Océano Atlántico, en el barco que transportaba a su familia desde las Islas Canarias a Uruguay. Como detalla la biografía oficial, disponible en el sitio web del Dicasterio para las Causas de los Santos, «tras más de dos años de vagabundeo, la familia se instaló en el pueblo del Abra del Mallorquín, dedicándose a las labores agrícolas. En 1826 se trasladó a la zona de Toledo, donde compró una casa con tierras circundantes para cultivar».
Recibió una educación cristiana, por su madre y los padres franciscanos. En 1832, sintió su llamado al sacerdocio. Por falta de medios materiales, solo pudo realizar esta vocación en 1837, cuando emprendió estudios de teología en el colegio de los Padres Jesuitas de Buenos Aires, donde fue ordenado sacerdote en 1841.
Primero, se desempeñó en Canelones. En 1859, fue nombrado vicario apostólico y trasladado a Montevideo, donde se dedicó a la formación del clero, la atención pastoral y realizó varios viajes misioneros, interviniendo para resolver situaciones conflictivas, como la defensa de la jurisdicción eclesiástica frente al gobierno. Debido a esta postura, fue enviado al exilio desde octubre de 1862 hasta agosto de 1863, período que pasó en Buenos Aires.
Dos años después de su regreso a Uruguay, fue elegido obispo titular de Megara y consagrado el 16 de julio de 1865, reanudando plenamente sus actividades pastorales. En 1867, emprendió un viaje a Europa en busca de misioneros para Uruguay y para participar en las festividades del XIX centenario del martirio de San Pedro. De octubre de 1869 a diciembre de 1870, participó en el Concilio Vaticano I y peregrinó a Tierra Santa.
El 25 de enero de 1871 regresó a Montevideo, donde hizo todo lo posible por poner fin a la guerra civil. La obtención de la paz le permitió dar un nuevo impulso a su actividad misionera, reforzada por la llegada de los jesuitas y del primer grupo de salesianos, enviados por San Juan Bosco a petición suya. El 4 de junio de 1875 consagró el país al Sagrado Corazón de Jesús.
Creó la diócesis de Montevideo y el 13 de julio de 1878 fue nombrado su primer obispo. A finales de diciembre del mismo año, bendijo la primera piedra del Seminario Conciliar de la capital uruguaya. A pesar de su edad y de algunos problemas de salud, continuó su actividad apostólica, visitando incansablemente todos los lugares de misión. El 28 de abril de 1881, partió para su última misión, con destino a Pan de Azúcar. El incómodo viaje se vio dificultado por las continuas y fuertes lluvias, que minaron definitivamente su ya débil salud. En la noche del 5 de mayo, su estado empeoró y recibió los últimos sacramentos en plena conciencia.
Murió en Pan de Azúcar (Uruguay) el 6 de mayo de 1881.