Por Alejandro Prieto
Montevideo, 27 may (EFE).- Un libro que en pocos trazos reivindica la memoria de los desaparecidos y el fortuito hallazgo de un avión abandonado se cruzan en la historia de Sebastián Santana, el ilustrador uruguayo que corrió «a un costado» su ego para aportar a la lucha por verdad y justicia ante los crímenes del Plan Cóndor.
Marcado «desde chiquito» por las historias familiares vinculadas a la dictadura cívico-militar uruguaya (1973-1985), pues su padre y su tío estuvieron secuestrados en el centro clandestino de torturas «300 Carlos», del cual lograron «zafar», Santana no dudó en dejar que la temática se mezclara con su pasión, el dibujo.
Es así que, como cuenta en una entrevista con EFE, de adolescente «ya estaba muy involucrado», colaboró en una obra teatral sobre Elena Quinteros -una de las uruguayas desaparecidas- e hizo afiches para una campaña por derogar la ‘ley de caducidad’, que prohibió enjuiciar a los militares por delitos del terrorismo de Estado.
MAÑANA VIENE MI TÍO
En mayo de 2011, horas antes de la Marcha del Silencio -movilización que anualmente reúne en Montevideo a miles en reclamo de «Memoria, verdad y justicia», un voto disidente dentro del izquierdista Frente Amplio evitó otro intento por derogar la amnistía pactada en 1986.
«La marcha se hizo como siempre, en silencio, pero el ambiente estaba que ardía. Había una sensación de desazón pero también de furia y una generación (…) que habíamos tomado la posta de la lucha por anular la ley», describe Santana.
Fue mientras caminaba en esa marcha que quien ha ilustrado y colaborado con la creación de decenas de libros infantiles bosquejó «Mañana viene mi tío», una «autoficción» -si bien sus familiares no desaparecieron- que en blanco y negro y simplemente con un niño y una puerta, trata de esperar a un tío que nunca regresa.
«Quería cuestionar cómo alguien puede no empatizar con una persona que quiere saber qué pasó con sus familiares; lo que la persona desaparecida pueda haber hecho pasa a un segundo plano al lado de pensar cómo alguien puede no empatizar con una madre, con un hermano», dice quien buscaba también así inducir preguntas de niños a adultos, lo que, alega, no resultó.
«En muchos casos (…) los botijas (niños) lo que hacen es una lectura de repente en relación a las promesas no cumplidas. Es raro el funcionamiento del libro, porque me ha pasado que gente (adulta) se me pone a llorar adelante cuando le doy el libro a leer y es terrible porque a la vez buscar ese tipo de emociones es algo que uno desea», cuenta.
EL AVIÓN
Atado a su trabajo con ese libro ilustrado, traducido a varios idiomas, Santana participó con dibujos de un corto audiovisual basado en testimonios de detenciones durante la dictadura que llamó la atención de la investigadora italiana Francesca Lessa, quien desde la Universidad de Oxford impulsó un sitio web informativo sobre el Plan Cóndor.
Como relata el ilustrador, Lessa lo invitó a hacer dibujos para tres cortos que reseñan el contexto histórico del plan represivo de las dictaduras del Cono sur y, como uno narraba sobre un traslado a Argentina de detenidos secuestrados en Paraguay, quiso saber, para dibujar, cómo era el avión en el que los llevaron en mayo de 1976.
«En el navegador de Internet puse el código de caracteres -de la matrícula del avión, nombrada en archivos militares- y me fui a la pestaña imágenes a ver que saltaba. Aparecen algunas fotos y lo primero que me llama la atención es una de un avión en blanco y negro», indica quien buceó en Internet buscando la nave «5-T-30/0653».
Dudando de sí mismo, Santana dio con un hallazgo sorprendente, blogs de coleccionistas y fotos de la Armada de Argentina permitían dar con su destino final, ya de un privado, el avión birreactor, que fue del argentino Emilio Massera, estaba abandonado en el Aeropuerto de Melilla en Montevideo.
«Lo que nadie había encontrado es dónde estaba el avión hoy. Ese fue el aporte que pude hacer (…), decir ‘miren que el avión está en Montevideo abandonado’ y ahí está el día de hoy, a la espera de que pase algo», expresa.
A UN COSTADO
Preguntado sobre sus sensaciones respecto a su aporte al hallar la nave donde fueron trasladados clandestinamente los argentinos Alejandro Logoluso, José Nell, Marta Landi y los uruguayos Gustavo Inzaurralde y Nelson Santana, Santana dice que fue «muy removedor» y le dio una lección de humildad.
«Los artistas somos muy vanidosos, tenemos un ego muy grande y esto está bárbaro porque hace que todo se reduzca a una escala muy pequeña. ‘Aportá esto y correte al costado’, es lo mejor al final. Es una obra de corte humanista, no tiene un correlato estético», resume.
Es que, si bien dice tener «ideas estéticas» de qué se podría hacer con el testigo metálico de hechos históricos, sabe que corresponde a la Justicia determinar su destino. EFE
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