Entrevista por Elio García |
Mercedes Vigil llegó en la tarde del viernes a Carmelo a presentar su libro “El loco, luces y sombras de Domingo Faustino Sarmiento.” Minutos antes de su charla en la Biblioteca Municipal hablamos sobre su mundo, intentamos adentros en sus pensamientos y visiones.
Nos tuteamos porque nosotros sus lectores ya nos conocemos invisiblemente en cada página escrita. Somos viejos conocidos a pesar de encontrarnos por primera vez en esta entrevista.
¿A qué personaje de la antigüedad te hubiera gustado conocer?
A Jesús.
¿Por qué?
Porque estoy escribiendo un libro que empieza con «tu mataste a Jesús» a raíz de un sueño. Me gustaría conocerlo, no tanto al personaje religioso, para no romper el encanto de nuestra relación. Tengo muy buena relación con él, pero sí como personaje histórico.
¿El ser humano nace o se hace?
El ser humano nace. Ahora, la mujer nace y se hace.
¿A qué cosas se le llama madurar?
A perder la ingenuidad.
¿Se pierde la ingenuidad?
Cuando maduras sí. Yo soy una eterna inmadura, pero nuestra sociedad occidental y cristiana del siglo XXI generalmente cuando maduras es cuando te pones escéptico y perdes los sueños.
¿Quién es el verdadero ‘titiritero’ del mundo?
El Gran Arquitecto del Universo, Dios, Alá, Jehova.
¿Es cierto que para que haya paz debemos prepararnos para la guerra?
No. Llevamos seis mil años preparándonos para la guerra y mira cómo nos va. Ya es hora que cesemos en el intento.
¿Tenés enemigos?
No. Yo creo que los enemigos se da en tanto y en cuanto tu reacciones, tu sientas el peligro. Gente envidiosa, que no te quiere, gente que no le gustas siempre habrá.Gente que te desea mal también existe. Estos se transforman en enemigos cuando tu le das la importancia que no deberían tener.
¿Te consideras una persona tolerante, dialogante, capaz de comprender cosas incomprensibles?
Si, toda la vida lo he hecho, sino no seguiría en Uruguay.
¿En qué aspecto te gustaría superarte?
En todos. Los seres humanos tenemos que tender a superarnos.
¿En tu vida pública has recibido rechazos?
Claro ¿quién no?
¿Cómo manejaste esas situaciones?
Como pude.
¿Te dolieron esos rechazos?
No lo se… Doler, doler, es cuando provienen de mis afectos, con mis familiares más íntimos y mis amigos. Tal vez la palabra es molestar y a veces molesta bastante. Aquellos con tintes jurídicos, es notorio que me inventaron tres casos distintos desde el 2010 al 2011 y todos los jueces decretaron que era un invento. Un andamiaje. ¿Cómo reaccioné? Según mi abogado Amadeo Ottati, fui más buena que Bambi. Ordené cerrar el expediente, me fui de viaje a escribir un libro y decidí no echar del cargo a quien deberíamos haberlo echado.
¿De qué te cansas de hablar?
De nada. Hablo de todo (se ríe), hasta que gritan y dicen ‘hagan callar a esta mujer’, incluso así, sigo hablando.
¿Qué habría que evitar de la política?
Todo, por ejemplo a los políticos.
¿Le tenes rechazo a los políticos?
No. Considero que en el siglo XXI habría que cambiar radicalmente la forma y el contenido de hacer política y considero que actualmente para la única profesión en la cual la eficacia no es importante es la política. Tu sos médico y se te mueren los pacientes, se te van los pacientes. Tu sos abogado y perdes todos los casos se te van todos los clientes. Tu sos Ministro del Interior, te roban todo un país y te reeligen.
¿Alguna vez te pasó de quedarte ‘en blanco’ en público?
Sí, me ha pasado en la Biblioteca de Alejandría y hasta en la de Paso de los Toros. Cuando me empezó a pasar eso, a los cuarenta y pico, perdí la vergüenza en decir ‘no se’, ‘no me acuerdo’. Yo debo ser la única escritora del país que cuando me preguntan algo, respondo que no se. Me molestan los todologos.
¿Qué te hace enojar?
Lo que más me hace enojar es la inoperancia de los gobiernos -cuales fueran- para tratar a los enfermos. Presido una fundación que se dedica a ser facilitadora entre laboratorios, gobiernos y enfermos. He tenido la oportunidad de ayudar a muchos chicos con cáncer y creo que sino hubiera obtenido los medicamentos, sería tal vez el único momento que podría matar a alguien.
¿Qué cosas te quitan el sueño?
Nada.
¿Has sido blancos de amenazas?
Sí, infinidad de veces.
¿De qué tipos?
De todos. Por muchas cosas. Primero, por manifestar esto de los políticos. Segundo, por no arrodillarme ante ningún partido político. Tercero, por escribir sobre el Mossad en el tema Feldman, por el libro «Los socios de Dios».
¿Alguna vez pensaste abandonar el país?
En absoluto. Creo que si no fuera tan enamorada del Uruguay, mi lógica me indica que tendría que llevarme a mis hijas a la Comunidad Económica Europea de donde son ciudadanas.
¿De quién has dejado de ser amigo?
De una colega que me traicionó.
¿Qué es lo último que has leído?
«Las Sombras de Sarmiento» de Félix Luna.
¿Y en los diarios?
Leo poco diario nacional. Aquí las noticias es como el canal ‘Volver’, siempre son iguales. Leí la novedad, lo que yo denuncié con pruebas. Hace tres años dije que la película de Kusturica le salió al Estado unos tres millones de dólares. En aquella oportunidad le alcancé las pruebas a tres líderes de partidos importantes. Por suerte, Tabaré Vázquez lo primero que hizo al asumir fue no darle el resto ¡gracias a Dios! (se ríe).
¿Cuál es tu método para escribir?
No tengo método. Yo estudio y leo mucho. Trabajo mucho. De Sarmiento estoy estudiando desde el 2004. Lo primero que tiene que hacer un escritor es ser un gran lector. Hay que leer todo lo que se conoce del personaje, leer los periódicos, la correspondencia.
¿Cómo escribís?
En computadora. Puedo escribir en la mañana, tarde o noche. Es algo que solo podemos hacer las mujeres. Siempre tuve mi escritorio, hace un año y medio empecé a ser itinerante, entonces ahora pongo mi laptop, en el living donde están mis hijas con sus amigas, la televisión, la perra y escribo. Antes lo hice durante 18 años en aquel escritorio pero ahora escribo en cualquier lado.
¿Consultas gente?
En cada libro consulto a alguien en especial. En «El Coronel sin Espejos» consulté al Profesor Claudio Williman, con quien me unía una gran amistad y fue el biógrafo de Máximo Santos. Vivía a la vuelta de casa y todas las tardes venía, entraba por el jardín. Se sentaba a tomar un café y aveces me decía «saca esto, es un espanto tanto cadáver junto». Don Claudio era divino, a veces me llamaba con esa voz y me decía «está fantástico». Cuando me decía tres palabras elogiosas ya sabía que venía el palo.
Luego escribí «Matilde, la mujer de Batlle» consulté a un gran amigo Gerardo Caetano, especialista en Batlle, me facilitó mucho material. Siempre encuentro a alguien, con el libro de Pittamiglio estaba Reyes Abadie y muchas de anécdotas del Sorocabana fueron cosas que le pasaron a él. Otra cosa que hago entrevisto a familiares, a los nietos, soy la mayor tomadora de té del país. Siempre me gusta consultar a aquel que sabe mucho más que yo.
En las personalidades que has venido abordando ¿hay una línea conductora?
No. Nada. Tal vez el punto que enhebra mucho de los personajes es la ausencia de datos fidedignos o la duda. Desde que yo escribí El Coronel sin Espejos, donde hablo de las reformas masónicas, la reforma valeriana, esa gran influencia de los Masones, en el conosur.
De Sarmiento siempre me desagradó profundamente porque mi acercamiento a él era a través de las frases desagradables que todos los periodistas repetían. Un buen día me saltó la duda y me pregunté ¿que hay atrás de este personaje que unos los odian y otros lo aman? Y empecé a leer el personaje. Creo haber encontrado el camino del medio.
Tu has hablado en el abordaje de interpretar sin caer en anacronismos históricos para escribir novela histórica ¿cómo es eso?
Es algo fundamental, es el pilar fundamental de la historia y de la novela histórica.
Por ejemplo desde esa visión preguntarte sobre Rivera y Salsipuedes ¿cómo interpretarlo hoy?
Es otro tema que tiene que ver con lo que yo mucho afirmo. La historia se ha contado siempre desde bandos políticos. Hasta hace cuarenta años, las historias de los pro hombres las contaban las autoridades de un partido o del otro. Esas personas lo que intentaban era ocultar sus sombras y exaltar sus luces. Por eso en el libro como subtitulo aparece «sombras y luces.»
En el caso del indigenismo que me preguntas, se juntó la historia contada por colorados, por blancos, ninguna es verdadera, y algo que lamentablemente hace muchas décadas está surgiendo y moviliza mucho dinero en el mundo.
El indigenismo moviliza mucho dinero. El tema de la revalorización de los Derechos Humanos moviliza miles de dólares y cuantos más desaparecidos haya, vendrá mucho dinero. Es increíble, pero yo tengo familiares en Suecia y ahí se ve como se manipula determinada información de países latinoamericanos para obtener remesas de dinero.
¿Este dinero vendría a ongs? ¿O cómo?
Sí claro, en Argentina, Uruguay y Chile hay ongs que fraguan determinados números y circunstancias para obtener más beneficios. Esto lo sabe todo el mundo. Por ejemplo de Kusturica y el culto que le hizo a la personalidad específicamente de José Mujica, eso lo pagamos todos nosotros.
En esto hay la construcción de un relato ¿lo ves así?
Yo escribí un artículo en El País, que se llama «La esquizofrenia del relato» y cuento como las sociedades lo construyen. Esta el relato K en Argentina. En Uruguay hay un relato pos dictadura que cada vez se aleja más del centro.
Cuando escuchas a un general de la dictadura te das cuenta que te esta mintiendo. Se da en los pacientes esquizofrénicos. Alucinan y te lo repiten. Lo peor que cuando escuchas a gente del MLN o muchos de los que nos gobiernan, y hacen el mismo relato, también es un discurso esquizofrénico. El esquizofrénico para sostener su relato no se puede asir a la realidad. Un tupamaro te puede llegar a decir -como yo escuché del señor Mujica- que cuando él empezó se inspiró en el Mayo Francés. Cuando vos le explicas que el Mayo Francés fue en 1968 y el Tiro Suizo fue en 1962 sigue con esa esquizofrenia del relato. Los dogmas y fanatismos de todos lados siempre se basan en eso.
Vivimos en un mundo que empezó a explicar todo en blanco y negro, con un maniqueismo. Creo que en general deberíamos abandonar esa absurda costumbre de apropiarnos de la verdad, porque eso nos hace intolerantes.
Lo más cercano a la verdad yace en los grises, nunca en el blanco y negro.