Arpillera tejida a ambos lados de los Andes une la memoria del Golpe en Uruguay y Chile

Tejedoras chilenas elaboran una arpillera en memoria y reivindicación a detenidos desaparecidos, el 10 de junio 2023 en la Casa de la Memoria de José Domingo Cañas, en Santiago (Chile). EFE/ Elvis González

Por Elvira Osorio Seco

Santiago de Chile, 25 jun (EFE).- Las arpilleras son un símbolo histórico chileno, pues en tiempos de represión bordaron testimonios de denuncia sobre las violaciones a los derechos humanos que ocurrieron bajo la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

Cincuenta años después, y con motivo del aniversario compartido del inicio de las tiranías mellizas en Chile y Uruguay, un grupo de mujeres chilenas han tejido una de esas grandes pancartas y la han enviado al país vecino para unirla a otra que bordan sus pares uruguayas en un ejercicio conjunto de memoria y reivindicación de los detenidos desaparecidos.

Un viaje de ida y vuelta que comenzó esta semana rumbo al este para denunciar el régimen autocrático de Juan María Bordaberry y que retornará hacia el oeste en septiembre para el aniversario de la asonada de Pinochet, en un periplo libertario similar al del sol de la bandera uruguaya, que se levanta en el Atlántico y se oculta en el Pacífico.

«La idea es salir a la calle con la tela, no ponerla en un cuadro ni en una muralla. Nosotras la llevamos como un símbolo de lucha porque esa es la idea de la arpillera, un tema de denuncia», cuenta a EFE una de las organizadoras de la iniciativa 50 años Solidaridad y Resistencia, Berta Valdebenito en la «Casa de la Memoria José Domingo Cañas».

En Chile, miles de personas fueron víctimas de la dictadura, muchas mujeres perdieron el sustento familiar tras las desapariciones de sus maridos, hijos o padres.

UN ESPÍRITU COMPARTIDO

En este contexto nacieron los talleres de arpilleras, donde las mujeres expresaban a través de la tela su rabia y frustración, y en muchas ocasiones, estos bordados eran la única fuente de ingresos con el que contaban las familias.

Y con el mismo espíritu se sigue elaborando ahora, a ambos lados de Los Andes, como símbolo de reminiscencia y como forma de representar y no olvidar la lucha de las mujeres durante los años de la dictadura.

«Esto es un acto memorioso para mostrar cómo vivimos el golpe de Estado, cada una ha tenido su historia durante la dictadura, sufrió esa represión, y esas heridas aún están presentes», cuenta la arpillera Patricia Ruiz.

El encargado del proyecto, Gonzalo Zuriña, explica a EFE que esta actividad se encuadra dentro de un proyecto que han ido elaborando desde octubre del año pasado con compañeras y compañeros de Uruguay pues, para él, la unión no solo está en el aniversario de ambos países sino en entender los procesos de solidaridad y resistencia.

«Esto tiene una tradición que está muy asentada en Chile y se nos ocurrió, a raíz de las actividades que hemos venido desarrollando, comenzar con esta iniciativa que está asociada a ciertos momentos y elementos de la historia de resistencia de las dictaduras», relata Zuriña.

HISTORIAS DE SANGRE Y EXILIO

Durante los casi 20 años de dictadura de Pinochet, estos tejidos no se quedaban exclusivamente en el taller, si no que viajaban fuera de Chile para contar a las exiliadas lo que acontecía dentro de las fronteras, entonces, la tela, actuó como un canal de comunicación a través del cual narraban todas las atrocidades que el gobierno trataba de esconder.

Para las tejedoras que participan en este proyecto en la Casa de Memoria José Domingo Cañas, la tela cuenta con un significado especial, no solo por cómo se ha empleado en el pasado si no también por la utilidad que estas le dan en el presente, la tela como una denuncia social, como un elemento vivo que sirve para mantener el recuerdo latente.

Para Patricia Ruiz bordar se ha vuelto «una nueva textualidad» de resistencia pues «es memoria en todos los sentidos» e incluso «un acto político».

UNA NUEVA FORMA DE RELATO

Patricia cuenta a EFE cómo fueron esos primeros encuentros, donde cada compañera contó su memoria y eso trajo una imagen, otro recuerdo que plasmaron con sus manos en la tela a través de aguja e hilo.

«Esta experiencia ayuda a muchas a procesar e integrar las experiencias que sufrieron durante esos años, yo no viví momentos de represión máxima, pero muchas compañeras aquí presentes sí y esta técnica textil les ayuda a sanar», afirma Patricia.

La memoria es el recuerdo del pasado, y en un sentido histórico, cómo la sociedad rememora lo acontecido y las diversas formas de entender el presente y poder reconducirlo, desde la Casa José Domingo Cañas, antiguo lugar de tortura, generan estos encuentros pues entienden que «las memorias tienen que dialogar, salir y ser visibles».

EFE

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