El pasado 1º de octubre, en respuesta a una llamada telefónica, las autoridades se dirigieron rápidamente a la intersección de las calles Defensa y Alameda. Al llegar, encontraron un escenario caótico: un automóvil de marca Kia había colisionado contra un vehículo perteneciente a la Intendencia Municipal de la Ciudad. El incidente había provocado una escena digna de una película de acción, pero la realidad era mucho más cruda.
El equipo de Policía Científica fue desplegado para llevar a cabo una meticulosa inspección del lugar del accidente. En el lugar de los hechos realizaron una serie de pruebas cruciales para determinar las circunstancias exactas del choque. Sin embargo, lo que encontraron no solo fue el resultado de un desafortunado encuentro vehicular, sino también una muestra impactante de la imprudencia humana.
La conductora del vehículo Kia, una joven de 21 años, fue sometida a una espirometría para medir su nivel de alcohol en sangre. El resultado fue alarmante: 2,47 gramos por litro. Esta cifra, muy por encima del límite legal, confirmaba las sospechas de que el alcohol había desempeñado un papel crucial en este incidente. Pero la situación no terminaba ahí.
Lo que siguió fue aún más perturbador. La conductora, lejos de mostrar remordimiento o arrepentimiento por sus acciones, se volvió agresiva y empezó a insultar a los agentes de policía que estaban tratando de mantener la situación bajo control. Su comportamiento imprudente y desafiante solo sirvió para agravar su situación.
Ante este escenario, las autoridades tomaron medidas inmediatas. La conductora fue detenida y puesta bajo custodia policial, donde permaneció hasta que la espirometría diera cero, como ordenó la Justicia.
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