Por Lucía Serrano Redondo y Alejandro Prieto
Montevideo, 30 nov (EFE).- Luego de 65 años de la peor derrota de su historia, la fuerza política que más gobernó en Uruguay, el Partido Colorado, padece otra crisis: la falta de figuras sólidas que, relevando al octogenario expresidente Julio María Sanguinetti, le den un necesario recambio de liderazgo.
En las elecciones del 30 de noviembre de 1958, los colorados, que hasta entonces llevaban 93 años ininterrumpidos gobernando Uruguay, perdieron el apoyo de los votantes, quienes le dieron la victoria y el disputado gobierno colegiado al Partido Nacional (PN) con un 49,7 %.
Corrupción y fatiga
Si bien, como explica a la Agencia EFE el historiador Carlos Demasi, visto «en la perspectiva del tiempo» el país ya vivía una crisis económica que se acentuaría en los 60, es improbable que entonces la gente tuviera percepción de una crisis por problemas de la industria que «aún no era tan visible».
«¿Por qué ganaron los blancos en 1958? Creo que por dos temas centrales: el desagrado del Gobierno, que se consideraba que era corrupto y que eso derivaba en problemas económicos(…) y además cierta fatiga, la idea de que el PC ya estaba agotado en su proyecto», explica quien apunta que se hablaba hasta de un gobierno «profundamente corrupto».
Testigo directo de la elección, para Sanguinetti frente a una interna colorada «bastante difícil» había una blanca «reunificada» y fortalecida por una alianza entre el dirigente Luis Alberto de Herrera y Benito Nardone, referente de los «ruralistas» -un movimiento conservador- que consiguió convertir votantes colorados sobre todo en Canelones (sur).
Si bien reconoce que incidió, para Demasi esa no fue la clave, pues la derrota fue por un voto urbano y otrora colorado descontento con el entonces líder del Gobierno colorado Luis Batlle Berres y su entorno.
«Hubo un voto castigo de un sector importante del batllismo», explica en alusión a la corriente colorada surgida a inicios de siglo con los mandatos de José Batlle y Ordóñez, estadista y de ideas «progresistas».
Una nueva crisis
En línea con Demasi, quien anota que fue «un impacto» para los colorados pasar a ser oposición, lo que «no tenían claro cómo hacer», Sanguinetti rememora que hasta 1958 la derrota era «algo impensable»: «Yo era un joven militante que lo sufrió con mucho pesar, porque parecía que se acababa el mundo».
Mientras que esos comicios dieron al PC el 37,7 %, hoy sus resultados son mucho peores; según una encuesta de este mes, de la consultora CIFRA, sólo un 6 % votaría a los colorados en 2024.
Para el politólogo Antonio Cardarello, la fuerza aún sufre su última derrota, ocurrida en 2004, cuando el manejo de la crisis económica de 2002 por el colorado fallecido expresidente Jorge Batlle (2000-2005) llevó a una aplastante victoria del Frente Amplio (FA, izquierda) y al fin de la hegemonía de los tradicionales blancos y colorados.
Dos décadas después, aunque forma parte de la coalición liderada por Luis Lacalle Pou que gobierna desde 2020, su presencia territorial es débil: frente a los 15 intendentes del PN, el PC cuenta con uno, en Rivera (noreste), su histórico bastión.
Para Sanguinetti, su decaída se debe tanto a «un sistema de doble vuelta que es muy arrasador con el que queda tercero o cuarto» como a que «no se ha producido la renovación necesaria de los liderazgos».
Cardarello, en tanto, ve «la hegemonía de Sanguinetti y Jorge Batlle» como el impedimento para que se consoliden «liderazgos alternativos» capaces de llevar adelante el proyecto del PC.
De cara al futuro
Tras haber formado parte del gobierno durante cuatro años, el PC tendrá que demostrar en 2024 que no es simplemente un socio necesario del PN, el «riesgo» de haberse integrado a una coalición, según Sanguinetti.
Además, dice Cardarello, el PC cuenta con un «reducido espacio» en el tablero político uruguayo, pues hacia la derecha ya es opción predominante el PN y apareció también el militarista Cabildo Abierto (CA), que puede haber captado potenciales votos colorados, y hacia la izquierda está el FA, que captó votos batllistas.
De cara a las elecciones internas de junio de 2024, el partido llega desprovisto de la que fue, en palabras del politólogo Gonzalo Puig, su «nueva cara» en los comicios de 2019: Ernesto Talvi, quien fuera canciller al comienzo del actual Gobierno.
«Talvi parecía una figura que podía construir un movimiento nuevo, pero su abandono de la actividad política y la crisis que pasó dejaron al PC sin esa posibilidad de renovación», concuerda Cardarello sobre su salida en 2020 a raíz de un diferendo con Lacalle Pou.
Para Puig esto dio al PC «una imagen de discordia y caos más que de solidez» que fue mitigada por Sanguinetti, histórico líder que, sin embargo, por su avanzada edad (84 años), no va a postularse en los próximos comicios, para los que ya se lanzaron seis precandidatos: Robert Silva, Gabriel Gurméndez, Tabaré Viera, Andrés Ojeda, Gustavo Zubía y Germán Acosta y Lara. EFE
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