El reloj marcaba las 11:30 de la mañana bajo un cielo plomizo, preludio de la cotidianidad alterada en Ignacio Barrios al 300. Un ómnibus de la Empresa Berrutti, un gigante de acero, se encontraba atrapado, sus ruedas traseras engullidas por el voraz abismo de un pozo en el empedrado. El incidente, más que un mero percance, se revelaba como un símbolo de las fisuras ocultas en nuestra urbe.
Los vecinos, testigos y narradores de esta crónica urbana, compartían relatos de al menos dos vehículos más, víctimas previas de la misma trampa. El origen: una obra inconclusa de OSE en el sistema de conexión al saneamiento, un jueves pasado que dejó heridas abiertas en el asfalto. Las lluvias recientes, cómplices involuntarias, habían transformado la negligencia en peligro.
La escena se convertía en un teatro de operaciones: la Intendencia de Colonia enviaba su maquinaria pesada, una retroexcavadora, para rescatar al ómnibus de su prisión de barro. La calle, ahora un escenario bloqueado, se llenaba de la tensión de las maniobras de rescate. Ramas y una bolsa de color rojo marcaban el lugar, un intento casi artístico de señalizar el peligro. Sin embargo, en el momento del incidente, la ausencia de una señalización oficial y adecuada era evidente, un detalle que quizás jugó un papel crucial en este suceso.
Este incidente, afortunadamente sin consecuencias trágicas, no es solo la crónica de un accidente evitable. Es un reflejo de las sombras que se ciernen sobre nuestra cultura contemporánea: la omisión, la improvisación, y cómo estos elementos, en su conjunción, tejen los hilos invisibles de nuestra realidad urbana.
El reloj marcaba las 11:30 de la mañana bajo un cielo plomizo, preludio de la cotidianidad alterada en Ignacio Barrios al 300. Un ómnibus de la Empresa Berrutti, un gigante de acero, se encontraba atrapado, sus ruedas traseras engullidas por el voraz abismo de un pozo en el empedrado. El incidente, más que un mero percance, se revelaba como un símbolo de las fisuras ocultas en nuestra urbe.
Los vecinos, testigos y narradores de esta crónica urbana, compartían relatos de al menos dos vehículos más, víctimas previas de la misma trampa. El origen: una obra inconclusa de OSE en el sistema de conexión al saneamiento, un jueves pasado que dejó heridas abiertas en el asfalto. Las lluvias recientes, cómplices involuntarias, habían transformado la negligencia en peligro.
La escena se convertía en un teatro de operaciones: la Intendencia de Colonia enviaba su maquinaria pesada, una retroexcavadora, para rescatar al ómnibus de su prisión de barro. La calle, ahora un escenario bloqueado, se llenaba de la tensión de las maniobras de rescate. Ramas y una bolsa de color rojo marcaban el lugar, un intento casi artístico de señalizar el peligro. Sin embargo, en el momento del incidente, la ausencia de una señalización oficial y adecuada era evidente, un detalle que quizás jugó un papel crucial en este suceso.
Este incidente, afortunadamente sin consecuencias trágicas, no es solo la crónica de un accidente evitable. Es un reflejo de las sombras que se ciernen sobre nuestra cultura contemporánea: la omisión, la improvisación, y cómo estos elementos, en su conjunción, tejen los hilos invisibles de nuestra realidad urbana.
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