En los albores de un nuevo día, el Hotel Casino Carmelo, emblema de esplendor y decadencia, aguarda una resolución que parece eternizar su letargo. Más allá de los anuncios oficiales y los trámites burocráticos, que se diluyen en el tiempo como ecos distantes, la verdadera esencia de esta historia reside en el palpitar del hoy, en el aliento del ahora. Es en este instante efímero donde se juega el destino de un gigante dormido, un coloso que ha sido testigo silente del inexorable paso del tiempo.
La mirada se pierde en el deterioro de sus paredes, en el desgaste de su fachada, que se asemeja a una herida abierta en el corazón de la ciudad. No se trata solo de un daño visual; es una herida en el alma de quienes conocen su historia, de aquellos que han sido partícipes de su gloria y su ocaso. Hoy, este artículo busca ser más que una mera reflexión, aspira a convertirse en un clamor, un llamado a la acción, en este preciso instante, en este ahorita que parece escurrirse entre los dedos.
Martín Caparrós, en su libro «Ahorita», nos recuerda la complejidad de narrar el presente, ese instante fugaz que se escabulle constantemente. Nos enseña que el presente es un enigma, un desafío constante.
«Para empezar porque el presente no existe. Para seguir, porque simula que sí. Los mexicanos saben expresarlo como nadie: no creen en el ahora y por esto te dicen ahorita, un ahora que siempre está un poco más allá, que la distancia empequeñece», escribe Caparrós en esa publicación que les cuento más arriba.
Así entonces, este Hotel Casino no es solo una estructura física en espera de una decisión; es el reflejo de un pueblo que lucha contra el olvido, que se aferra a la memoria colectiva, al legado que merece ser preservado.
Una malla metálica
Propongo, entonces, una solución tan audaz como necesaria: envolver este ícono en una malla metálica, no como un gesto de renuncia, sino como una declaración de intenciones. Esta malla no sería un simple velo que oculta la realidad, sino un símbolo de protección, un sarcófago temporal que grita al mundo que no abandonamos lo nuestro, que incluso en la adversidad, sabemos custodiar lo que alguna vez fue grande.
Esta malla, más que una barrera física, se erige como un faro de esperanza, un recordatorio constante de que aún en la incertidumbre, aún cuando el futuro parece difuso, seguimos luchando por rescatar la esencia de lo que alguna vez fue, por devolverle a este lugar el esplendor y la dignidad que merece. Hoy, el Hotel Casino Carmelo no es solo un edificio en espera de un destino; es un símbolo de resistencia, un testamento de nuestra capacidad para enfrentar el olvido y reescribir el futuro.