Por Lucía Serrano Redondo
Montevideo, 2 feb (EFE).- Velas, flores y trozos de sandía inundan la playa de Montevideo mientras que cientos de seguidores de la religión Umbanda se reúnen para pedir a Iemanjá, diosa de las aguas de este credo, sus deseos de prosperidad, salud, trabajo o paz mundial.
A pesar de que Uruguay atraviesa la primera ola de calor del verano, los umbandistas llenan este viernes una de las playas de la capital para llevar sus ofrendas a la «madre de los océanos», como antiguamente lo hicieran los africanos en el río nigeriano Kutá.
Como cada 2 de febrero, antes del atardecer comienzan a sonar los tambores y la música y las danzas llegan a la costa, donde cada pocos minutos grupos de decenas de personas se acercan a la orilla a depositar en el agua sus ofrendas a la diosa, que sirven como presentes para devolverle a la naturaleza las energías que gastó a lo largo del año.
La naturaleza en equilibrio
Las ofrendas a Iemanjá pretenden restaurar la armonía en la naturaleza, pero también tienen que ver con el equilibrio «profundo» de la humanidad desde dentro de los sentimientos.
Así lo señala a la Agencia EFE la mae (sacerdotisa) y referente de la Institución Federada Afroumbandista del Uruguay Susana Andrade, quien este año agradece a Iemanjá la libertad de expresar su voz y poder mostrarle al mundo que son «una religión más» que busca el amor, la paz y la esperanza.
Andrade también pide que desaparezcan las guerras: «No hay nada que justifique que haya ejércitos, del tipo que sea, matando a gente, ese tipo de crímenes no deberían existir».
Afluencia masiva
Esta fiesta llegó a Brasil, Uruguay y otros países de la región a bordo de los navíos con el tráfico esclavista y, según la mae, siempre es «multitudinaria» porque atrae a curiosos, turistas y periodistas, no sólo a los creyentes umbandistas.
Andrade asegura que medio millón de personas se acercan a las playas uruguayas para formar parte de esta celebración, aunque la mayoría se concentran en las de Montevideo, donde suele haber una asistencia de público «masiva».
Mientras que el año pasado la lluvia fue la protagonista de las celebraciones, este año los festejos se vieron amenazados por las cianobacterias, unos organismos tóxicos que tiñen el agua de color verdoso y pueden provocar malestar en los bañistas, que se detectaron por la mañana del viernes en las playas uruguayas.
Sin embargo, el agua en las playas del centro de Montevideo está limpia por la tarde y los asistentes pueden depositar sus ofrendas en la orilla sin que ello genere ningún peligro para su salud.
Los presentes encienden velas que depositan en la arena y reciben bendiciones de los paes y las maes (sacerdotes y sacerdotisas) en forma de pases para limpiar las malas energías y conectar con los «orishas» (espíritus de la naturaleza).
Unas prácticas demonizadas
La relación entre la religión Umbanda y la esclavitud hizo que sus seguidores sean víctimas de lo que Andrade denomina «racismo religioso» que, según explica, consiste en la persecución y demonización de las creencias de las personas afrodescendientes, asociándolas a la brujería, a la hechicería o a un demonio.
La sacerdotisa denuncia situaciones de racismo como las quejas por ruidos que reciben cuando tocan tambores en sus templos para hacer música sagrada o el «ensañamiento» de grupos animalistas con los umbandistas, que son acusados de sacrificar de animales.
Andrade aclara que esta práctica no se lleva a cabo en su religión y pide que, antes de «juzgar y condenar», la gente se tome el tiempo de conocer sus creencias en lugar de «menoscabar» su cultura.
Considera que, mientras que otras prácticas religiosas no se cuestionan porque están normalizadas, el umbandismo es víctima de «desconocimientos centenarios» y reivindica el derecho de los afrodescendientes de conocer su historia completa.
EFE
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