En las entrañas de la noche carmelitana, el Patio de la Casa de la Cultura cobró vida una vez más, tejiendo historias entre las sombras suaves que la luna dibujaba sobre los adoquines. Era jueves, pero no cualquier jueves: era el jueves en el que el folclore se vistió de carnaval y palpitó al ritmo de corazones expectantes, que se acercaron, como atraídos por un hechizo, para ser parte de un encuentro donde la música se convierte en puente entre almas.
La velada comenzó bajo la batuta del Dúo Lucía y Pilar Banchero, dos voces carmelitanas que, entre cuerdas y acordes, tejieron el primer encantamiento de la noche, invitando a los presentes a un viaje por lo profundo de nuestras raíces. Luego, desde Juan Lacaze, Artigas Castro subió al escenario, con su guitarra como fiel compañera, para narrar, a través de sus canciones, historias de vida y tierra que resuenan en lo más hondo del ser uruguayo.
Y cuando el reloj marcaba el punto álgido de la noche, Tabaré Pedrosa y Su Banda, acompañados por el ensamble percusivo de Redoblando de Nueva Palmira, tomaron las riendas para cerrar el acto. Fue un cierre magistral, una explosión de ritmos y melodías que se entrelazaron en una danza etérea, elevando el espíritu de todos los que allí se congregaron.
La promesa de la próxima semana resuena ya en los ecos de la noche: el tango, con su melancolía y su pasión, será el protagonista. Y así, cada jueves, el Patio de la Casa de la Cultura de Carmelo se transforma en un escenario de encuentros, un espacio donde el arte y la música se dan cita para recordarnos la belleza de lo simple, la profundidad de nuestras tradiciones y la dulce capacidad del ser humano para conmover y ser conmovido.
Así, en Carmelo, los jueves se convierten en una cita ineludible con el arte, un remanso en la vorágine de los días, un momento de encuentro con eso que nos define, nos une y nos eleva. Porque en esos patios, bajo el cielo estrellado, la música habla el lenguaje universal del corazón, y por unas horas, todo parece posible.