Taxista sobrevive a feroz ataque de pitbull

Un taxista recibió un encargo rutinario que pronto se tornaría en una experiencia aterradora. Una residente del Barrio Centenario solicitó sus servicios para un viaje a un supermercado en el centro de Carmelo, un trayecto aparentemente trivial. Cumplido el encargo, la misma cliente requirió de nuevo su asistencia para el retorno a su domicilio, gesto que el conductor aceptó sin presagiar lo que estaba por venir.

Al arribar a la residencia de la cliente, un niño emergió de la vivienda, saludando y asistiendo en el desembarco de las compras. En ese instante, la tranquilidad se vio abruptamente interrumpida por la aparición de un perro, que el taxista identificó como un pitbull. Sin previo aviso, el animal se abalanzó sobre él, infligiéndole heridas de gravedad por todo el cuerpo, en un ataque frenético y prolongado.

El conductor, en medio de una situación límite, describió minutos de puro terror. La dueña del animal, pese a sus esfuerzos, no lograba someter a la bestia. Solo cuando logró refugiarse en su vehículo y realizar varias llamadas en busca de auxilio, el calvario encontró fin. Una ambulancia lo trasladó a una mutualista, donde tuvo que ser sometido a cirugía debido a la gravedad de sus lesiones.

La propietaria del perro, consciente del peligro que representaba su mascota y recordando un incidente previo en el que el mismo animal había atacado a un niño, buscó ayuda para encontrarle un nuevo hogar. Sin embargo, la respuesta de las autoridades locales no ofreció soluciones, aduciendo la falta de un espacio adecuado para albergar al can.

Este episodio no solo revive el debate sobre la tenencia responsable de animales potencialmente peligrosos sino que también deja en evidencia las limitaciones de las instituciones para gestionar estas situaciones críticas. Mientras tanto, la comunidad y sus miembros más vulnerables quedan expuestos a riesgos que, en ocasiones, pueden ser prevenidos.

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