Por Elio García |
Los herederos de Mario Levrero decidieron vender los libros que pertenecieron a su biblioteca. No se trataba de libros de su autoría sino de los que él atesoraba en su colección particular. En una casa frente al Parque Rodó el pasado sábado 28 de mayo fuimos al encuentro.
Los libros se entregaban marcados con un sello conmemorativo ilustrado con la imagen del protagonista del cómic de Levrero «El llanero solitario».
«Más de 400 personas han comprado ya alguno de los libros: «tesoros» que conformarán «pequeños altares» en las casa de cada uno de estos lectores,» dice la agencia EFE.
Fui uno de esos 400 y en casa tengo el libro «El Señor de la Tarde – Conjeturas en torno de Cordwainer Smith» de Pablo Capanna, en el libro se leía una inquietante dedicatoria, porque no reconocía la firma. Esta escrito lo siguiente:
» Para ‘Mario Levrero’ con todo el respeto y el afecto de …», viene una firma irreconocible y la fecha 1988.
¿Quién le regaló ese libro a Levrero?
Desentrañando el enigma, 28 años después fui a la búsqueda de esa firma. Pensé que entre escritores se regalan libros y di con el autor a través de internet, el señor Pablo Capanna.
Le envié por mail una fotografía de la página y le pregunté si dedicatoria y firma era suya, me respondió de inmediato y esta fue la respuesta:
Buenos Aires, 29 de mayo de 2016
«Estimado amigo:
Por una de esas raras vueltas del destino me reencuentro con esa dedicatoria.
Conocí la primera parte de la obra de Levero gracias a Marcial Souto, de quien soy amigo hace muchísimos años y con quien hicimos la revista El Péndulo.
Llegué a comentar alguno de los libros de Mario y un día lo conocí personalmente. Apenas cambiamos unas pocas palabras pero hubo un gran afecto por ambas partes.
Yo, que luego de muchos años había logrado editar ese libro, le prometí que le mandaría un ejemplar. Se produjo entonces el milagro del correo argentino, que así sea público o privado siempre fue lento. Le despaché el libro un viernes, y Mario lo recibió en Montevideo el sábado, y me escribió al instante, tan sorprendido como yo.
Nunca más lo vi, pero recuerdo eso como una gentileza poco común y me alegro de que el libro esté en buenas manos.
Le mando un cordial saludo.»
Pablo
El destino
«Queríamos generar un motivo de encuentro, de sentir que hay una comunidad entorno a él»,»Levrero no hubiera donado su cuerpo a la ciencia, sino que lo hubiera repartido en un gran festín entre todos los lectores y amigos para que cada uno se lleve un fragmento», dice EFE en una entrevista al hijo del escritor, explicando este particular remate literario que tuvo lugar.
Que el escritor Pablo Capanna se haya enterado de esta historia tan particular que se dio con su libro es el cierre invisible de un recorrido que termina en mi biblioteca y siento como lector el orgullo de tener una parte de esos entramados tan curiosos que se dan entre nosotros los que leemos libros y ellos que lo escriben.