Por Eva Batalla
Valencia, 24 abr (EFE).- El artista uruguayo Pablo Atchugarry defiende el sentido de «eternidad» de la escultura, capaz de dialogar con la Roma clásica o con la arquitectura contemporánea, y reivindica con su trabajo la necesidad de volvernos a «amigar» con la naturaleza a la que «tanto hemos dañado».
El escultor, nacido en Montevideo en 1954, inaugura este jueves en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia (España) la muestra ‘Atchugarry. Hacia el futuro’, una exposición al aire libre de siete esculturas de gran tamaño, realizadas en los principales materiales con los que trabaja el artista: mármol, bronce y acero.
La exposición establece un diálogo entre la arquitectura y la escultura, que es también una conversación «entre la luz y el espacio» que forman parte de la esencia de ambas disciplinas, explica el artista en una entrevista con EFE tras finalizar la instalación de las obras, entre las que ya transitan y se fotografían numerosos turistas.
Un repaso a su mundo escultórico
«En la muestra está presente todo mi mundo escultórico», detalla Atchugarry, ya que las piezas realizadas en mármol de Carrara, el que utilizaba el artista renacentista Miguel Ángel, ofrecen un claroscuro que contrasta con el blanco impoluto de la arquitectura del español Santiago Calatrava; o la fundición a la cera perdida con colores más contemporáneos de automóviles, en rojo y azul; el acero inoxidable ilustrado a espejo y el mármol rosado de Portugal.
Atchugarry resalta la necesidad para un escultor de «sentir la materia», que es la esencia también de su trabajo, desde ir a escoger el mármol a las canteras hasta esculpirlo directamente en el taller.
«Sin tecnología, sin máquinas de control numérico, para que todo pase por el circuito virtuoso de la mente, el corazón, los sentimientos y todo ello traducido a través de las manos», explica.
La escultura, asegura el artista, tiene un sentido de «eternidad, puede dialogar con la Roma de 2.700 años atrás hasta con la Ciudad de las Artes y las Ciencias (de Valencia), tan contemporánea», un «puente intemporal» que, a su juicio, abarca todo el arco de la creatividad humana.
En la obra del artista uruguayo está también muy presente la naturaleza y reivindica la necesidad, en el momento histórico actual, de «amigarnos» con nuestro entorno.
«Somos testigos de la deforestación y tenemos la obligación de recorrer el camino inverso, reforestar», afirma, un espíritu que defiende en el Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA) de Manantiales (departamento de Maldonado), el proyecto más reciente de su fundación en Uruguay.
La escultura como artesanía
El escultor recuerda que empezó a pintar a los 8 años y lleva ya 62 trabajando la escultura como un artesano, un camino que inició con una figuración que fue sintetizando hasta llegar a la abstracción.
Cree en la obra de arte como «un hijo muy apegado», y las piedras que selecciona en las canteras de Carrara son como «los hijos que salen de la montaña y que la montaña entrega al escultor».
«La responsabilidad de ese nacimiento y de ese criar, de esa educación, está en manos del artista; y si el artista lo delega a su vez a una máquina, le falta algo a la obra de arte», reflexiona.
En su caso, trabaja sus piezas «en modo vertical, tal vez como los sueños del ser humano», señala, al igual que la «energía de las plantas», que crecen también hacia arriba «buscando la luz, el cielo, la libertad». «Tal vez mi obra busque las mismas cosas», compara.
Atchugarry se declara un admirador de escultores españoles como Chillida y Oteiza, del Picasso escultor o de Julio González, y considera que debería haber una mayor relación entre los artistas españoles y los latinoamericanos.
«España es la gran puerta de América Latina y hay que fortalecer ese vínculo a través de las artes» por ser «las mejores embajadoras de la cultura de un pueblo», reivindica. EFE