En nuestra ciudad, donde las aguas del río Uruguay reflejan la cotidianidad de sus habitantes, una denuncia singular vino a quebrar la rutina de la Seccional Tercera.
Un ciudadano se presentó el pasado 28 de noviembre con una historia que parecía arrancada de los cuentos de Gabriel García Márquez, donde la magia y la realidad se entremezclan en un juego macabro. Esta vez, sin embargo, no había realismo mágico, sino una despiadada realidad digital.
Todo comenzó con un anuncio en Facebook, perdido entre las publicaciones de cumpleaños y memes. Un curandero, prometiendo su ayuda desinteresada, ofrecía solucionar problemas que ni la ciencia ni el tiempo podían reparar. La oferta, como el canto de una sirena, llamó la atención del denunciante, quien, con esperanzas rotas y urgencias familiares, decidió iniciar una conversación con este desconocido.
Lo que comenzó como una consulta sobre un problema de salud de la madre del denunciante pronto derivó en una solicitud de recursos. Según relató la víctima, el supuesto curandero pidió datos personales y una suma inicial de 38.000 pesos. El dinero, explicó, era para conseguir una gallina negra, elemento esencial para realizar el ritual que devolvería la salud a los ojos de su madre. El denunciante, cegado por la necesidad, accedió.
Un hechizo de palabras y dinero
La relación entre el denunciante y el curandero no se detuvo allí. Con una cadencia calculada, el hombre fue hilando nuevas peticiones. Cada una tenía un propósito diferente, cada una revestida de urgencia y misterio. El monto solicitado fue creciendo, siempre acompañado de explicaciones convincentes, hasta alcanzar la asombrosa suma de 259.110 pesos. La transferencia del dinero, realizada en pequeños tramos, se extendió en el tiempo, como un goteo lento pero constante que terminaba vaciando el bolsillo del afectado.
El denunciante, al borde del desespero, comenzó a sospechar. Tal vez fue un pequeño detalle en las palabras del curandero o una inconsistencia en las promesas lo que terminó por romper el hechizo. Lo cierto es que, para entonces, el daño ya estaba hecho.
Una denuncia que desnuda vulnerabilidades
El caso, que ahora está bajo investigación policial, expone un fenómeno que va mucho más allá de la anécdota local. En un mundo cada vez más conectado, la confianza se ha convertido en una moneda vulnerable. Las redes sociales, diseñadas para acercarnos, se transforman a veces en trampas para los más incautos, donde la desesperación puede ser capitalizada por los inescrupulosos.
El curandero, cuya identidad aún se mantiene en reserva, representa una versión moderna de los charlatanes que recorrían los pueblos ofreciendo elixires y pócimas. Pero, a diferencia de ellos, su escenario no es la plaza del pueblo, sino el algoritmo de una plataforma global.
Reflexión y advertencia
La historia de este denunciante de Carmelo no es solo una advertencia sobre los peligros de la credulidad, sino también un recordatorio de la necesidad de fortalecer nuestras herramientas críticas frente a los discursos persuasivos. En un mundo donde las barreras entre lo real y lo virtual se desdibujan, el precio de creer puede ser altísimo.
Mientras la Seccional Tercera avanza en las investigaciones, queda la sensación de que este episodio, aunque extraordinario en sus detalles, es parte de una problemática mucho más amplia. Carmelo, con su río tranquilo y su gente apacible, se convierte así en el escenario de un drama universal: el choque entre la fe y la realidad en tiempos digitales.
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