Por Elio García
Pasada las 21 horas en la doble avenida pasan cosas. Es la entrada norte de la ciudad y no soy ingeniero ni vidente pero creo que nadie se imaginó lo que sucedería el día que la construyeran. Exactamente un día como hoy cuando estoy mirando todo su movimiento.
Gran parte de las cosas importantes que suceden allí no responden al diseño proyectado de ese espacio. Todo el tiempo veo cosas que nadie las planificó, ni las tuvieron en cuenta, ni las imaginaron. Faltó soñarla, cerrar los ojos y pensarla de allá al 2017 por ejemplo.
Ahora veo una señora trotando por los canteros lentamente, pero más atrás viene un grupo de cinco cuarentones caminando a paso firme. Por las dos avenidas pasan autos, camiones y un ómnibus interdepartamental. Un coche le hace un finito a una rubia veinteañera que va corriendo por la calle misma, despreocupada de todo, conectada con audífonos a su celular que lo lleva prendido en el brazo. No le importa nada ni nadie. Es dueña de la avenida.
Un pareja de ciclistas da vueltas y vueltas dialogando, lo hacen casi por el medio de la avenida y por ambos costados pasan los autos. Ahora veo una pareja, va por la vereda que no es vereda con dos mascotas enormes, saludan y siguen disfrutando del viento fresco de ese lugar.
Miro más al norte y se viene un verdadero pelotón de ciclistas, los cuento, son siete, van a gran velocidad y también conversan, van por el borde de los canteros centrales y estoy convencido que se imaginan en una pista olímpica.
La gente se apropia de los lugares y seguramente muchos se quejen de esas actitudes peligrosas. No es la intención criticar un fenómeno social que nadie tuvo en cuenta, no lo planificaron así, y el público vio en ese sitio un velódromo, una pista de atletismo. Aquí no hay bici sendas ni peatonales, no existe ningún servicio asociado a las actividades que allí se realizan.
El divorcio entre el proyectista y la realidad es impresionante. Es probable que no tengamos mucha gente que imagine lugares, que luego se vayan poblando de personas y apropiándose de los mismos a través de sus diarias rutinas.
Por eso es importante observar. Tomarse un rato para mirar el comportamiento de la gente, las actividades que realizan, las cosas que hacen, la manera de relacionarse con el entorno. La visión de quienes construyen se focalizan en las cosas simples, en lo natural, se puede inventar espacios nuevos, pero si no hay observación hay riesgo de fracaso.
Quiero decir que la doble avenida con todos sus problemas es hoy un lugar tomado por la rutina del vecino que va a descontracturar tensiones, no importa que todo eso sea parte de algo conectado a una ruta nacional. La gente no percibe riesgos, ve otras cosas que ingenieros viales nunca imaginaron.
A veces para saber mirar hay que cerrar los ojos.