Muchas personas tienen una impresora en casa, pero muchas de ellas en realidad no la necesitarían. Es probable que económicamente compense más ir a sacar fotocopias que tener un aparato en casa. ¿Cuándo vale la pena comprar una impresora?
Quien imprime poco es posible que esté tirando el dinero, no solo a nivel individual en la compra del aparato, el papel, tinta y electricidad, sino también más global en cuanto a los recursos que se invierten en su fabricación.
En el Instituto Ecológico de Friburgo, Alemania, han hecho cuentas: «Si saco menos de 200 copias al año es más económico ir a la tienda de fotocopias», asegura Jens Gröger, investigador de consumo sustentable.
La cuenta que hace Gröger es sencilla. Por una parte están los costes del propio aparato, que se dividen por cuatro porque en promedio una impresora dura cuatro años. A ello se añade el coste del papel y la tinta o tóner. Hay que sumar ambas cifras y dividir el resultado por el número de copias anuales, con lo que se obtiene un precio aproximado por copia.
Por ejemplo, si una impresora cuesta 40 dólares por año por la compra y el material y se hacen 100 copias, el precio de cada una es de unos 40 centavos (11 pesos uruguayos). En el caso de 300 copias, baja a solo 13,3 centavos (3,7 pesos uruguayos). Para que el costo sea de entre cinco y diez céntimos ($1,4 – $2,8) por página, como es habitual en las fotocopiadoras, hay que imprimir varios cientos de ellas al año.
Es por eso que es mas recomendable ir a la papelería o casa de impresión cuando sea posible. Pero no todo el mundo tiene una fotocopiadora cerca, y si al final hay que ir en el automóvil hasta allí, la ventaja de precio desaparece rápidamente.
Para quien no imprima mucho pero no tenga una local de fotocopias cerca existe la opción de comprar una impresora láser blanco y negro o una de tinta sencilla. En este último caso hay que tener en cuenta no solo el precio del dispositivo en sí, sino de los cartuchos, que a menudo son tan caros como la propia impresora, lo que la convierte en realidad en bastante más cara.
Y también estando apagado el aparato puede costar dinero, porque con el paso del tiempo los cabezales de la impresora se atascan con la tinta seca y limpiarlos puede costar mucho.
¿Y qué otras opciones hay si no hay una fotocopiadora cerca pero tener una impresora propia es demasiado caro? «Uno puede compartir una impresora por WiFi con el vecino», propone Dirk Lorenz. De esa forma, los costes fijos se reducen a la mitad. La parte negativa es que esta solución solamente vale para personas muy organizadas: si el vecino no está en casa no hay forma de acceder a las copias.
Otra posibilidad es aprovechar la impresora del trabajo, aunque siempre con permiso.
Incluso si uno hace muchas copias, en opinión de Gröger la papelería sigue siendo una mejor opción por cuestiones de tiempo. Allí, los trabajadores son expertos y tardan mucho menos, pueden hacer copias en doble cara o resolver rápidamente necesidades de formatos alternativos. ¿Quién tiene paciencia para esperar a que salgan 100 copias de la impresora de tinta doméstica?
dpa