El miércoles 27 de diciembre de 2017 fue un día bisagra para el Frente Amplio del Departamento de Colonia. Ese día un conocido e histórico dirigente departamental se fue de mambo e intentó agredir al Secretario Departamental de la organización, Facundo Machín, de la peor manera.
Los hechos de violencia quedaron registrados por los diversos partidos políticos que integran el FA, donde aparecen palabras como «patoteros», «antidemocráticos», «arrogantes», «violentos» y un largo etcétera de repudio.
A ver, no viene de afuera esos calificativos, no es una campaña originada en la oposición ni un invento de la prensa «amarilla». No es una acción para desestabilizar o sembrar cizaña, son los propios frenteamplistas que se enfrentan a una situación de intolerancia, que consultas realizadas a referentes de esa fuerza política, no dudan que sería más grave aún que una crisis similar sucedida hace ya mucho tiempo atrás.
«Muy preocupante y temor a que se repita lo del 99, los mismos actores y con las mismas mañas. Falta un 38 arriba de la mesa,» nos dijo un importante dirigente del Frente Amplio de Colonia, para interpretar la dramática situación que hoy existe en la fuerza política.
El fin de una era
Pero hay una carta que se despega del resto, y es la de los jóvenes del Frente Amplio de Colonia manifestando su repudio que escriben: « Esta juventud ya ha tenido que soportar y enfrentar agravios varios en diferentes espacios orgánicos del Frente Amplio, al punto de recibir manifestaciones de que nosotros personificábamos la vergüenza de esta fuerza política.»
Los jóvenes dicen «somos parte activa y constructora de un Frente Amplio que no puede permitir que compañeros se agravien, mucho menos que se exceda el límite físico.»
Concluyen con una sentencia «a pesar de ser novatos en el quehacer político, no queremos aprender nada de acciones como estas. Seguiremos por los caminos del diálogo, luchando contra todo aquel que intente imponer sus ideas de forma violenta.»
Una carta histórica
Si esta carta se toma con seriedad, asistimos a una verdadera declaración histórica en donde pone cara a cara a dos generaciones de uruguayos que concluyen sus miradas del mundo, de una forma quizás no merecida, a los piñazos.
El horror de la Dictadura permanece aún como una hierba mala en muchos uruguayos y la intolerancia que fue el caldo de cultivo de aquellos años reaparece aún hoy como una hiedra maldita, incluso en muchos de los que la padecieron.
Son los jóvenes los que con cartas como estas comienzan a poner las cosas en su lugar. La lección es tremenda, vapulea a toda una generación de militantes que no entienden cosas básicas del mundo de hoy.
No se puede hacer política si hay incapacidad de interpretar la realidad.
Elio García