Por Elio García /
Ayer fue una buena noche para Radiolugares. Quienes participamos en la misma nos juntamos y hablamos sin redes. Fue una buena oportunidad en decir cosas y me acordé mucho de dos personas que compartí horas de estudios que nos condujeron a una eterna amistad.
Me refiero a los Licenciados en Comunicación Alfredo Bouissa y Eduardo Curuchet, el primero oriundo de Dolores y el segundo de Paysandú. Ambos son unos de los referentes teóricos de la instalación de las radios comunitarias en el Uruguay y de estudiar sobre el sentido y la necesidad de estas en la sociedad.
Ambos han publicado los primeros libros que se conocen sobre las radios comunitarias en nuestro país. Anoche, en un momento los imaginé al lado mío y seguro que se hubieran reído bastante porque el destino tiene eso de raro que te ubica en lugares jamás pensados. Se que están enterados de mi incursión en una radio comunitaria y se además que pronto nos visitarán y seguro iremos a los estudios de Radiolugares a conversar sobre lo esencial de una radio comunitaria que es el modelo alternativo de comunicación.
Mucho se habla de las radios comunitarias pero su principio académico estuvo más cercano al término «alternativo». Y las radios comunitarias en teoría responden a ese modelo, al de ser otra cosa, otra forma de presentarse en sociedad distinta a la dominante, a la que prevalece. A esa que no necesariamente es mala, ni hay que crear demonios, pero si reconocerla para ser diferente, en donde una radio comunitaria debería por lo menos intentar ser otra cosa.
Y ser otra cosa no es competir con otros modelos. Es ser alternativo a ese modelo incluso desde lo ideológico. Por eso es muy importante dialogar con las fases de emisión, con el mensaje, con la distribución que le damos a ese mensaje y su uso respectivo. La radio comunitaria debe luchar contra esos demonios. Poner el ojo en cosas que para otros no son importantes, poner luz donde por distintas razones no es «conveniente» hacerlo. Darle voz a la gente que no la tiene. Polemizar. Construir democracia. Edificar cultura. Respetar a las audiencias.
El mayor logro de una radio comunitaria será el de alcanzar un protagonismo tal que desarrolle espacios de diálogo entre posiciones antagónicas, que saque un poco de lo que falta, que es mucho: sentido común.
Anoche Radiolugares se miró al espejo. Hablo de si misma. Tal vez a muchos no les interese nada lo que allí conversamos. Pero bueno es señalar ese proceso. El de un medio que es otra cosa. Que uno puede hacer radio desde lugares donde lo esencial es la participación ciudadana.
Y eso no quiere decir que cada habitante tenga su programa de radio. Involucrar voces muchas veces requiere de profesionales, de técnicos, porque comunicar y entretener es complejo.
El camino es llegar a esos rincones donde nunca nadie ha llegado por dos motivos: por vergüenza y por prejuicios.
La Radiolugares es un faro y si usted dice que no lo es, yo lo respeto y digo que entonces lo será. Un faro que ilumine todo lo bueno de ser carmelitano.
Y entonces, para terminar estas líneas que escribo, recuerdo la frase del Maestro Daniel Prieto Castillo, un referente latinoamericano de la comunicación alternativa, como debe llamarse a la que emiten las radios comunitarias: «Quien pasa de un horizonte a otro sin tomar en cuenta el suelo donde pisa corre el riesgo de emitir mal o de percibir peor.»