Por Daniel Pérez / (*)
Desde hace un tiempo hemos asistido al debate sobre la gestión de Ancap, el cual ha estado centrado básicamente en tres aspectos: si hubo o no mala gestión, si se perdieron 600, 800 o 900 millones de dólares o si por el contrario no se perdió nada y si hubieron irregularidades o delitos por parte de quienes estaban al frente de esa empresa, que a juicio de muchos es la principal empresa del país.
Sin desconocer que los aspectos que se plantean son de gran importancia, creo que el principal problema, sobre el que debería estar el foco de discusión no es ninguno de esos.
El problema no es que nos quieran hacer creer que Ancap no perdió dinero, cuando sus balances arrojaron un déficit de U$S 170 millones en 2013, U$S 330 millones en 2014 y U$S 200 millones en 2015.
El problema tampoco es que se haya votado una capitalización de U$$ 622 millones de dólares junto con la autorización un préstamo de U$S 250 millones de dólares que incrementarán la deuda externa en forma urgente y nos quieran hacer creer que la empresa no tiene problemas.
El problema no es que nos quieran hacer creer que el dinero que Ancap recauda por concepto de impuestos al combustible es dinero que la empresa vuelca a la sociedad, que sería lo mismo que decir que cuando un comercio vuelca el IVA que nos cobró al hacer una compra está volcando dinero a la sociedad, cuando en realidad ese dinero – el de los impuestos al combustibles, el del IVA y el del IRPF-, es dinero de los ciudadanos y ciudadanas que pagan sus impuestos al comprar combustible o cualquier otro producto.
El problema tampoco es que la principal empresa del país, que maneja un negocio millonario, y cuya facturación es de 3600 millones de dólares por año, no vuelque un solo peso un peso a Rentas Generales fruto de ganancias desde el año 2013.
El problema no es que se diga que Ancap debe tener una empresa que fabrique perfumes – que tienen 80% de alcohol en su fórmula-, porque de lo contrario se tendría una visión muy reducida del negocio del alcohol al que se dedica la empresa. Tampoco es problema que la fabricación de perfumes por parte de una empresa del grupo Ancap arroje pérdidas de U$S 700.000 por año.
El problema no es que hayan “puesto al frente de las empresas públicas, gente sin ninguna credencial o experiencia en administrar un kiosco simplemente” porque son del Frente Amplio, como expresó Esteban Valenti recientemente.
El problema no es que nos digan que podrán haber problemas de gestión, pero no irregularidades, pretendiendo hacernos creer que la ineptitud es poco menos que una virtud, cuando cualquier trabajador que muestre ineptitud en el desempeño de su trabajo -y con mucho menos responsabilidad que las autoridades de Ancap-, se queda sin empleo y tiene que pensar en dedicarse a otra cosa.
El problema no es que Mujica nos diga que no se pone un peso en la capitalización de Ancap, que es solo una cuestión de asientos contables, es decir, que columna se pone un “numerito”, cuando los USS 622 millones de dólares corresponden a dinero contante y sonante que puso el MEF para pagar la deuda de Ancap con PDVSA y que como dijo la Senadora Daniela Payssé, sino el monto de dinero para capitalizarla sería más alto todavía.
Tampoco es problema que Mujica diga eso en su audición de radio, ya que no lo pudo decir en el Senado porque el día que se discutía y votaba la capitalización de Ancap en el Parlamento pidió licencia por qué tenía otro compromiso, obviamente mucho más importante.
A mi juicio – y sin desconocer la importancia de cada uno de ellos- ninguno de esos asuntos es el centro un problema. No lo es porque en el pasado – durante los gobiernos de los partidos tradicionales- ha habido gente dirigiendo empresas públicas con ineptidud – que no es otra cosas que falta de capacidad para la tarea.
No lo es porque ya antes, se ha mantenido a gente inepta al frente de Empresas Públicas o reparticiones del Estado por integrar el partido de gobierno o para mantener determinados equilibrios políticos internos del partido o la coalición de gobierno.
No lo es porque ya antes ha habido personas que se han utilizado el aparato del Estado en beneficio propio y han cometido irregularidades o delitos en el ejercicio de su función al frente de una Empresa Pública o repartición Estatal.
El problema no es ninguno de los antes enumerados, porque a cualquier partido le puede pasar de elegir personas que no son las idóneas para estar dirigir una empresa, un Ministerio u otra repartición. Del mismo modo que a cualquier partido le puede pasar que alguna de esas personas actúe en forma inadecuada o delictiva.
El problema, a mi juicio, radica en la actitud que se toma cuando eso ocurre, es decir, en la conducta que adopta el partido cuando alguna persona que fue designada para cumplir determinada responsabilidad no lo hace bien.
La actitud que toma el partido cuando una persona muestra que es inepta para para llevar adelante la tarea encomendada o cuando ha tenido una ha actuado en forma para su cargo o ha cometido un hecho que reviste apariencia delictiva. En estos casos los partidos se ven enfrentados a la disyuntiva de actuar responsablemente y destituir a la persona que ocupa ese cargo o mantener a la persona en su cargo ya sea por ser “uno de los nuestros”, por presiones o para mantener los equilibrios políticos.
Este es el verdadero problema al que nos hemos enfrentado como sociedad en el debate acerca de Ancap. Lamentablemente, el Frente Amplio ha optado por mantener a sus compañeros al frente de la empresa aun cuando ya es evidente que por los menos ha habido una incapacidad notoria para gestionar nada.
El Frente Amplio, que muchas veces criticó y con razón al Partido Nacional y al Partido Colorado por tener este tipo de actitudes, cuando se vio enfrentado a la disyuntiva entre proteger a los compañeros y actuar correctamente, eligió proteger a los compañeros y mantener los equilibrios internos.
El Frente Amplio, que muchas veces criticó y con razón al Partido Nacional y al Partido Colorado, por mantener en cargos públicos a personas que tuvieron un accionar con apariencia delictiva ha optado por mantener en sus cargos a los directivos de Ancap –como antes lo hizo con Calloia- hasta que se compruebe alguna irregularidad o delito.
Ese es el problema, que quienes se autoproclamaron los paladines de la ética, la moral y la rectitud, no han estado a la altura de las circunstancias. El problema es la actitud del Frente Amplio.
(*) – Daniel Pérez es Sociólogo e integra la departamental de Colonia del Partido Independiente.