El Movimiento Feminista de Tango se baja de los tacones para difundir un protocolo que visibiliza las actitudes machistas que se viven en las milongas tradicionales y que pretende prevenir cualquier tipo de violencia que hace sentir a las mujeres algo más que incómodas.
«Elaboramos este protocolo con el fin de dar una caja de herramientas a todas las personas organizadoras de milongas que estén interesadas en brindar a su público un espacio más agradable» donde se puedan «tener prácticas más igualitarias y disfrutables para todos» afirma a Efe Mónica Ogando, miembro del movimiento que elaboró el protocolo de actuación en situaciones de violencia de género.
A pesar de la corriente de tango queer, nueva modalidad del baile en la que los roles de liderazgo se pueden intercambiar y personas del mismo sexo bailan juntas, en las milongas más tradicionales el hombre sigue siendo «el que lleva y el que propone».
Es por eso que los varones se han excedido en su relación de poder, justifica otra integrante y psicóloga del movimiento, Natalia Terán.
«No es que nosotras queramos cambiar todo, pero hay un montón de cosas que ya no vamos a tolerar más, que realmente están completamente desfasadas, y nosotras a las situaciones de violencia les decimos basta», reivindica Terán.
Este colectivo feminista, que surgió del contexto de «Ni una menos» en la marcha del 8 de marzo de 2018 y se compone de diversas cantantes, bailarinas, músicas y artistas del mundo del tango, descubrió que las mujeres compartían una serie de «incomodidades» en el ambiente milonguero, que no les permitía disfrutar del momento de goce que debe ser este baile, o cualquier otro.
En cuanto empezaron a organizarse, no bastó tiempo para que les llegaran denuncias de otras compañeras que sufrían un abanico muy amplio de violencias que iban desde las más sutiles, a las más explícitas.
«Todavía hay resabios que hay que explicitarlos para que realmente se pueda tomar conciencia», explica Ogando.
Parte de los testimonios que recibió la organización tienen que ver con «haber sido manoseadas», añade Terán.
El tango, proclamado patrimonio inmaterial por la Unesco en 2009, es una baile de contacto, pero «¿hasta que punto es danza y cuando se empieza a convertir en un abuso?», pregunta Terán.
A la misma vez, la psicóloga lo tiene muy claro: hay que reconocer cuando algo incomoda, empoderarse y comunicarlo.
«Pero para eso», apunta, «tienes que estar sostenida en un lugar en el que vas a estar respaldada y donde no te van a tildar de una loca histérica, que de repente se puso mal por algo que seguro no paso», como ya les contaron en algunos testimonios.
El protocolo se implementará -en los espacios que deseen- a través de carteles en redes sociales y en el propio espacio, pero también se comunicará a «viva voz» durante el inicio de la clase o milonga, para que las personas que se sientan violentadas lo comuniquen al personal.
Asunción Pérez, una de las bailarinas sociales que asiste los miércoles a la milonga de la Paz Arriba en el barrio porteño de San Nicolás, asegura que ella ha experimentado «acercamientos demasiado incómodos» durante la danza.
Por su carácter, reconoce que no tiene problema en alzar la voz y comunicarlo, pero asegura que a algunas compañeras «les cuesta decir ‘no’ cuando algún tipo de actitud no les agrada».
Además de los manoseos, las denuncias que ha recibido la organización también tienen que ver con situaciones de violencia física y micromachismos.
Algunas de las actitudes que la organización considera que se tienen que «flexibilizar» en las milongas son, por ejemplo, correcciones constantes por parte de los hombres, enojos por no aceptar la invitación de baile o por no interpretar los movimientos, tener que bailar los cuatro tangos de la tanda o utilizar zapato bajo en el caso de las mujeres.
Pero también, el hecho de que esté «mal visto» que la mujer tenga la iniciativa de sacar bailar o que tome el rol de líder para llevar a otra mujer o a un hombre y viceversa en el caso de los hombres.
«Respetamos a la vieja guardia porque, es una realidad, aprendimos de ella, pero hay que acomodarse a las épocas», expresa Diana Pérez-Frossasco, organizadora de la milonga de La Paz Arriba, una de las que más diversidad muestra en la pista.
Asimismo, reconoce que el protocolo surgió por «una gran falta de respeto» hacia la gente al no dejarles bailar donde y con quien querían.
Como maestro de tango «tenés que tener una mirada amplia, sobre todo porque el tango es hoy ¡no vivimos en los años 20, estamos en otro siglo ya!», asume Pérez-Frossasco.
En un momento histórico donde Argentina vive un proceso de revolución y liberación en cuanto a los derechos de las mujeres, este protocolo se percibe como un desafío que pretende, según la organización, marcar «un antes y un después» en los espacios de tango que lo implementen.
María Paulina Rodríguez (EFE)
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